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30 marzo 2024

Santa Ana Catalina Emmerick. La vida oculta de la Virgen María.

ÉPOCA DEL AÑO DE LA FIESTA DE LA CONCEPCIÓN DE MARÍA

[Todo lo copiado hasta ahora en relación con la Bendición de Joaquín y Ana está recogido de las visiones y recuerdos que Ana Catalina tenía el día 8 de diciembre de cada año, Fiesta de la Inmaculada Concepción de María; pero ese día del año 1821 aclaró que el encuentro de Joaquín y Ana bajo la Puerta Dorada no había caído en diciembre, sino en otoño, al final de la Fiesta de las Cabañuelas que dura del 15 al 23 del mes de Tisri, es decir, entre septiembre y octubre.

Por eso había visto que Joaquín, antes de ir al Templo, hizo chozas de ramas con sus pastores y que Ana recibió la promesa de la fecundidad cuando rezaba bajo un árbol que formaba una enramada.

Pero, como Ana Catalina ya había mencionado el año anterior [1820], ella recordaba que Joaquín había salido con sus ofrendas para Jerusalén a encontrarse con Ana en el Templo con motivo de una Fiesta de Consagración del Templo. No puede entenderse que fuera la acostumbrada Fiesta de Consagración del Templo de invierno el 25 de Casleu, sino el memorial de la consagración del Templo de Salomón. Según sus comunicaciones diarias de los tres años de predicación itinerante de Jesús, el segundo año de predicación el Señor asistió a la clausura de la Fiesta de las Cabañuelas en Aruma, a unas horas de Salem, donde predicó sobre la futura destrucción del Templo. Aunque nuestras obras más leídas callen sobre la antigüedad de esta fiesta hebrea, y aún sin tener en cuenta las aclaraciones de Ana Catalina, no puede dudarse de su existencia si se tiene en cuenta que Salomón celebró la consagración del Templo construido por él, en relación con la Fiesta de las Cabañuelas (3 Re 8, 2.66 y 2 Cr 7, 10) y que la Masora indica que los días segundo y octavo de la Fiesta de las Cabañuelas se lea el relato de la consagración del Templo de Salomón.

Aunque Ana Catalina había visto el encuentro de Joaquín y Ana en el Templo en la clausura de la Fiesta de las Cabañuelas, y por consiguiente dos meses antes de la fiesta litúrgica de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, se sentía obligada a comunicar la Concepción de Santísima Virgen en la fiesta de María en Diciembre. También contó que cuando Cristo visitó a los Reyes Magos en Arabia después de la resurrección de Lázaro, celebraban la memoria de este acontecimiento lleno de gracia este día y no en la Fiesta de las Cabañuelas de otoño.

En consecuencia, el encuentro bajo la Puerta Dorada, y la sobreirradiación de luz y bendición desde arriba puede aparecernos como una especie de inmediata y sustancial renovación, santificación, consagración, fortalecimiento y purificación de este matrimonio, bendito para el cometido que le fijó el designio divino. Solo con la entrega de la Bendición esencial a Joaquín y de la gracia a Santa Ana llegaron ambos al momento de madurez para el santo objetivo de su matrimonio. Como esta madurez se la dio entonces la acción de Dios que les trajo fuerza y gracia inmediata y sustancial, parece adecuado que, así equipados por el Cielo, también los uniera el Cielo con una acción parecida.

Hasta aquí los apéndices de Ana Catalina a su relato de la Concepción de María. De aquí en adelante se reanuda la santa historia de su vida.]

EL NACIMIENTO DE MARÍA

CONTEMPLÉ la creación del alma santísima de María y su reunión con su purísimo cuerpo. En mis contemplaciones habitualmente me presentan la Santísima Trinidad en un cuadro de luz, y vi que en él se movía como una gran montaña refulgente que tenía también figura humana. Del centro de esta figura humana subía hacia su boca una gloria que salía por ella.

Entonces vi esta gloria delante y separada de la faz de Dios, y vi que giraba y tomaba forma, o más bien la recibía, y mientras tomaba figura humana vi que por voluntad de Dios se formaba indeciblemente bella. Dios mostró la belleza de esta alma a los ángeles, que se alegraron indeciblemente con su belleza; no soy capaz de describir con palabras todo lo que veía y entendía¹.

Cuando habían transcurrido 17 semanas y dos días de la concepción de la Santísima Virgen, y por consiguiente cinco días antes de la mitad del embarazo de Ana, vi a ésta durmiendo tranquilamente por la noche en su lecho de su casa cerca de Nazaret².

Sobre Ana vino una luz, y de esa luz bajó un rayo al centro de su costado, y entró en Ana una gloria en forma de reluciente figurita humana. En ese mismo instante vi que la madre Santa Ana se incorporó en su lecho rodeada de resplandores. Estaba como arrobada y vi como si su interior se abriera como un tabernáculo en el que divisé una virgencita refulgente de la que saldría toda la salvación de la Humanidad.

Ese fue el momento en que la Niña María se movió por primera vez bajo su corazón. Ana se levantó de la cama, se vistió, anunció su alegría a San Joaquín y ambos dieron gracias a Dios. Los vi rezar bajo el árbol del huerto donde el ángel había consolado a la madre Ana.

Se me ha instruido que la Santísima Virgen se unió a su alma cinco días antes que los demás niños, y que nació doce días antes.