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19 marzo 2024

María Luisa Couto-Soares. El Salmo 2. Rey de reyes, Señor de señores. Ed. Palabra, FMC 464

EN EL VALLE DE LOS LAMENTOS

Queremos volver


Esta bajada al valle de las lágrimas, al valle de la humildad es el primer movimiento para empezar el camino de regreso. El hambre, la sed, la falta de cualquier bien, el verse con bellotas y nada más para comer, ha sido el primer impulso para que el hijo pródigo tomara una decisión: «Me levantaré, e iré a mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo, hazme como a uno de tus jornaleros» (Le 15, 18). Quizá no había, en su corazón, más que un cierto te­mor, a la reacción de su Padre a quien había ofen­dido, al castigo que le podía dar, pero le dolía todavía más la situación precaria en que se encontraba, deseando comer las bellotas de los cerdos, que nadie se las daba. Por eso se levantó y se puso en camino.

El temor no es todavía el amor perfecto, puro, pero es la pena, de vernos tan malparados, el pensa­miento de los males futuros que nos esperan; es la risa de Dios que nos resuena en el oído, su ira y su cólera; es el acordarse de que Dios es verdadero Juez, infinitamente justo, y que habrá un Juicio.

«Hay mucha propensión en las almas mundanas a recordar las Misericordia del Señor. -y así se ani­man a seguir adelante en sus desvaríos.

Es verdad que Dios Nuestro Señor es infinita­mente misericordioso, pero también es infinitamen­te justo: y hay un juicio, y Él es el Juez» (Camino, n. 747).

Dos puntos adelante, nos recuerda Camino que hay de verdad un castigo para los incontritos:

«Hay infierno. -Una afirmación que, para ti, tie­ne visos de perogrullada. -Te la voy a repetir: ¡hay infierno!

. Hazme tú eco, oportunamente, al oído de aquel compañero... y de aquel, otro» (Camino, n. 749).

Hoy día hay una preocupación muy grande por desarraigar este temor, que es considerado infantil, primitivo, traumático y hasta incivilizado. A los ni­ños no se les debería hablar de pecado, ni de infier­no, ni de culpa: pero sí de mal social, de condiciona­lismos del ambiente, de traumas psicológicos, de re­presiones que diluyen la noción de conciencia y de responsabilidad morales.