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13 marzo 2024

Simón Pardo. San José, un hombre corriente

PADRE LEGAL DE JESÚS (1 de 2)

Leyendo el evangelio de san Lucas, en lo que ha venido en llamarse evangelio de la infancia, tiene uno la sensación de que el evangelista, que ha dejado claro que la concepción de Jesús se ha efectuado por obra y gracia del Espíritu Santo sin intervención alguna del esposo de María, tiene especial interés en que aparezca san José como el padre legal de Jesús. No en menos de cinco ocasiones menciona a san José como el padre de Jesús, señalando que la misma Virgen María lo considera así porque como tal lo debía tratar el mismo Jesús, con independencia de que sus convecinos de Nazaret así lo creyeran.

Cuando, después de aquellos días de angustia buscando al niño que se había extraviado entre la multitud de peregrinos, le encuentran en el Templo de Jerusalén participando en lo que hoy llamaríamos catequesis, la Virgen le dice: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo, apenados, te andábamos buscando. En unos versículos anteriores, con ocasión de la presentación del niño en el Templo a los cuarenta días de su nacimiento, nos dice el evangelista que vino con sus padres y que, ante las palabras del anciano Simeón, su padre y su madre estaban maravillados. Igualmente nos dice que sus padres iban cada año a Jerusalén y que fueron sus padres los que lo encontraron entre los doctores.

No hace el evangelista ninguna precisión más. No pone ningún calificativo: legal, putativo, adoptivo, al sustantivo padre. Estos apelativos se han venido usando, incluso en la liturgia, pero en realidad todos ellos son minimizantes. Ninguno expresa plenamente la paternidad de san José que nace, como dice Juan Pablo II, de su matrimonio con la Virgen. Como se deduce de los textos evangélicos, el matrimonio con María es el fundamento jurídico de la paternidad de José. Es para asegurar la protección paterna de Jesús por lo que Dios elige a José como esposo de María. Se sigue de esto que la paternidad de José -una relación que lo sitúa lo más cerca posible de Jesús, término de toda elección y predestinación- pasa a través del matrimonio con María, es decir, a través de la familia.

San José descendía de la familia y de la casa de David, de donde habría de proceder el Mesías, según lo anunciado por los profetas. A este mismo linaje pertenecía la Virgen.

Cristo perteneció a la familia y linaje de David por parte de su madre la Virgen, pero la ley establecía que quien había de empadronar al recién nacido en el linaje era el padre. Esto hizo san José.

A José, como desposado con María, le corresponden todos los derechos y obligaciones que el derecho hebreo asignaba al padre y él cumple con los mismos. Sabemos por el Evangelio que a los ocho días del nacimiento procedió a la circuncisión, como era obligación del padre; que a los cuarenta días fue con el Niño y su Madre a Jerusalén para proceder a la purificación de la madre y presentación del niño que, por ser el primogénito, pertenecía al Señor y debía ser rescatado ofreciendo por ello lo establecido por la ley, como así se hizo. Es José el que expone su vida y renuncia a su patria para poner a salvo al niño cuando Herodes quiere deshacerse de él, como hubiese hecho cualquier padre en circunstancias parecidas. San José aparece como el padre de Jesús a todos los efectos, por eso le cuida, le defiende, trabaja para él.

El evangelista va señalando cómo Dios, sirviéndose de un ángel, va indicando a san José el ejercicio de las obligaciones que le corresponden respecto a Jesús, que no son otras que las propias del padre natural. Así le indica que debe ponerle el nombre, como corresponde al padre de la nueva criatura; le advierte de los peligros que corre el niño cuando Herodes quiere eliminarlo y le urge que lo ponga a salvo; le comunica que ya ha muerto Herodes y ha desaparecido el peligro, pudiendo volver a su tierra. Es de advertir que el ángel no le sugiere o le suplica, simplemente le manda porque a él corresponde cumplir dichas funciones.

El apelativo que suele emplearse con mayor frecuencia para designar la paternidad de san José es el de padre adoptivo, pero no es exacto porque, para san José, Jesús fue mucho más que un niño adoptado; un ser extraño al que se recoge para darle unos apellidos, proporcionarle una vida más placentera que la que hubiese podido tener con sus padres biológicos o darle una educación superior.

San José no consideró al hijo de su esposa como un extraño adoptado, sino como el fruto de María, de la que él era el verdadero y legítimo esposo. Su paternidad no nace de la biología, sino del matrimonio, de su condición de esposo, como ha señalado Juan Pablo II: El hijo de María es también hijo de José en virtud del vínculo matrimonial que los une.

Continúa el Papa
: Ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús «mediante el ejercicio de la paternidad»; de este modo, él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la Redención y es verdaderamente «ministro de la salvación». Su paternidad se ha expresado concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de la autoridad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacerle don total de sí, de su vida y su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa». (...) La salvación que pasa a través de la humanidad de Jesús se realiza en los gestos que forman parte de la vida familiar, respetando aquella «condescendencia» inherente a la economía de la Encamación.

La verdadera paternidad va más allá de la pura biología. Se dan casos de padres en cuanto que han sido donantes del semen que ha fecundado a una mujer a la que no conocen. En este caso difícilmente se les podrá considerar padres de aquel hijo al que contribuyeron a engendrar, pero del que nunca tuvieron conocimiento. Por el contrario nos encontramos con hombres y mujeres que adoptan como hijo a un niño desconocido, al que no engendraron, pero al que sí criaron, educaron y formaron como hombres. Estos se han comportado como verdaderos padres del niño no engendrado pero sí amado.

El concepto de paternidad basado simplemente en la biología es un concepto de paternidad animal. Ser padre es mucho más que traer un niño al mundo. Una paternidad puramente física es una cosa muy triste y, en no pocos casos, sobre todo para los hijos, de unas consecuencias verdaderamente trágicas. No responde al cariño paternal el considerar al hijo como una desgracia porque no ha sido deseado o, simplemente, aceptarlo y soportarlo como fruto de un descuido o de una imprevisión y no como fruto de un amor manifestado en una entrega sin reservas.

Gran misión esta de la paternidad, de la que no pocos padres hoy están tentados a abdicar, optando por una relación «de igualdad» con los hijos, que acaba por privar a estos últimos del apoyo psicológico y del apoyo moral, que necesitan para superar felizmente la fase precaria de la niñez y de la primera adolescencia. Alguien ha dicho que estamos viviendo la crisis de una «sociedad sin padres». Se advierte cada vez con mayor claridad la necesidad de poder contar con padres que sepan desempeñar su papel, uniendo la ternura con la seriedad, la comprensión con el rigor, la camaradería con el ejercicio de la autoridad, porque solo así podrán crecer armoniosamente los hijos, dominando los propios miedos y disponiéndose a afrontar con coraje las incógnitas de la vida, decía Juan Pablo II en Térmoli.

San José no fue el padre biológico de Jesús, pero ejerció su oficio de padre llegando hasta abandonar su misma patria, convirtiéndose en un emigrante sin papeles, simplemente para librarle del peligro real que para el niño suponía la vesanía de Herodes. Al bien de Jesús subordinó su vida.