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25 febrero 2024

Bernadot. De la Eucaristía a la Trinidad.

Sigue LA PERMANENCIA DE LA UNION EUCARISTICA

Nuestra unión con la Humanidad en la Eucaristía


¿Dónde está esta Humanidad, fuente de mi vida?

En el cielo, sin duda alguna; pero más cerca de mí y más accesible en la Eucaristía. Aquí está, viviendo y obrando. Y está precisamente para estar en contacto conmigo, para alimentarme con su vida, para que participe de la vida del alma y del corazón de Jesús. Yo soy el pan de vida..., el pan vivo que ha bajado del cielo. Quien come de este pan vivirá para siempre.

En el momento de la Comunión es donde primero se derrama esta vida sobre mí. Pero, si permanece en mi alma, es porque, aun después que se han consumido las sagradas especies, continúa la santa Humanidad en hacerme participante de su vida, de su gracia. Continúo en comunicación con ella como el sarmiento con la cepa de la vid, como el miembro del cuerpo con la cabeza. ¿Es duradera y eficaz la unión del sarmiento y la cepa? ¿Es real y permanente la unión entre el miembro y la cabeza? Pues tan real y permanente, tan eficaz es la unión del que comulga con la Humanidad de Jesús. Entre el alma de Jesús y el alma del que comulga hay una comunicación incesante, un flujo y re­ flujo de vida. ¡Qué importa la distancia exterior si la vida es la misma! Y la misma vida, la misma gracia, está esencialmente en la Hostia y en mi alma.
* * *
Señor, vuestra vida omnipotente no es para nuestra destrucción, sino para nuestra vivificación. Permanecéis siendo siempre uno y siempre el mismo en Vos; pero proceden continuamente de Vos un poder y una virtud que, por su contacto, son nuestra fuerza y nuestro bien...

El Dios que vive es el Dios que vivifica. Vos sois la Fuente y el Centro, al mismo tiempo que la Sede de todo bien.

Hacedme semejante a Vos, ¡oh Dios mío!, porque, a pesar de los obstáculos que hay en mí, podéis hacer que vuelva a ser tal y así puedo ser hecho.

Señor, os pido a Vos mismo; no pido ninguna otra cosa más que a Vos, ¡oh Dios mío!, que os habéis dado enteramente a nosotros. Entrad en mi corazón personal y substancialmente, y llenadle de fervor llenándole de Vos. Sólo Vos podéis llenar el alma del hombre, y habéis prometido hacerlo.

Vos sois la Llama viva y ardéis siempre de amor por los hombres; entrad en mí, y para que yo sea semejante a Vos inflamadme con vuestro fuego.

Newman