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31 diciembre 2024

Comentario al Salmo II

Salmo II. Mercedes Eguíbar. Ediciones Rialp. Madrid

¿POR QUE SE AMOTINAN LAS GENTES Y TRAZAN LAS NACIONES PLANES VANOS?
La rebelión sana
No hay que confundir el motín, que aplasta todos los valores espirituales, con aquella otra rebeldía que busca el porqué de todas las cosas, que no tiene como principio y fin buscarse a sí mismo, sino enfrentarse con valentía a actitudes más o menos falsas, que encubren la verdad.
Parece que juventud y rebeldía siempre van acordes. El joven, con esa fuerza propia de la edad, sale a la vida con deseos auténticos y sinceros y le sorprenden, y den, y así lo grita, determinadas situaciones creadas y aceptadas en los diferentes ambientes que frecuenta. La prudencia, generalmente, no suele acompañar estas denuncias de faltas de nobleza y de sinceridad.
El que las recibe, que no se encuentra en la misma disposición, reacciona con envidia, porque lo inesperado le sorprende. Y la respuesta, más o menos, suele ser: ¡quién fuera capaz!, ¡si yo tuviera menos años!, ¡si mi vida no estuviera ya hecha!
Es indudable que la lealtad, la nobleza y la sinceridad, o sea, lo auténtico, lo detectamos todos, sea cual sea nuestra situación, y admiramos o envidiamos a quien ha sido capaz de provocarlo. Aunque luego nuestra miseria detenga esos deseos de asentir externamente con palabras o de mostrar con actuaciones que estamos de acuerdo.
Rebeldía que evidencia, en principio, una religión falseada. Por falta de lucha o de vigilancia hemos ido introduciendo en nuestra religión ciertos modos de vivirla de acuerdo con nuestra comodidad. La hemos hecho a nuestra medida. Insensiblemente y con el paso del tiempo aceptamos como buenas las soluciones cómodas que hemos creado nosotros.
Al encontrarnos frente a frente con la denuncia, es lógico que la primera reacción sea de orgullo: pero, ¿qué se ha creído?, ¿qué me va a enseñar que yo no sepa?
La realidad es dura, cuesta aceptar una opinión distinta, pero la verdad tiene mucha fuerza. Al reflexionar admitimos que aquello es verdad. Nos damos cuenta de que la infalibilidad, de la que nos habíamos revestido, no era tal. Ese giro que nos cuesta tanto dar y que damos —atados como estábamos por los convencionalismos— nos hace sentirnos más humanos y más divinos, nos produce paz. Ese porqué nos conmueve y nos acerca más a Dios.
Rebeldía sana y útil ante una vida poco sincera que admite y secunda la falta de veracidad, que se extiende a la familia, a la sociedad y a la relación amistosa entre las personas. Rebeldía que detecta la injusticia, la falta de amor, la ausencia de armonía entre lo que se vive y lo que se predica.
En general, todas estas situaciones que pueden arraigar en el individuo o en la sociedad son el resultado del desorden y la consecuencia de haber seguido con fidelidad unos planes trazados según la conveniencia personal, en los que no se ha permitido la entrada a Dios.
Los resultados no llevan a la paz, sino más bien a una guerra, en la que los valores humanos no han fructificado, porque los hemos escondido bajo tierra.
Después de la pregunta que da comienzo al Salmo 2 nos encontramos con el grito del salmista «reunirse y confabularse contra Yahvé y contra su Ungido», que bien merece un examen personal para que esto no sea realidad en nuestra vida. Contamos con una idea muy clara que nos ayudará a llegar hasta Cristo sin dificultad, y ésta es que en nuestro camino El va siempre por delante y que toda la lucha la debemos centrar en desbaratar los planes personales, en no sustituirle, con la esperanza puesta en el nuevo encuentro después de las caídas.