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Salmo II. Mercedes Eguíbar. Ediciones Rialp. Madrid
¿POR QUE SE AMOTINAN LAS GENTES Y TRAZAN LAS NACIONES PLANES VANOS?
Trazar planes vanos
La segunda parte de esta frase del Salmo 2 nos invita a no realizar planes vanos. Hemos visto que todo lo que resulte de una actuación personal, sin Dios, conduce al caos. Y no consigue calmar esa inquietud que cada uno de nosotros siente y que sólo se va a ver calmada si dejamos que El gobierne nuestras vidas, si le aceptamos con humildad. El mal aparece siempre y tiene una gran fuerza, porque resulta más fácil rodar desde lo alto de una montaña que ascender por ella. Sin embargo, al rodar, el daño que nos hacemos es imprevisto y brutal, depende de los accidentes del terreno y de la velocidad, que está en función de la pendiente. Por tanto, difícil de controlar. Al subir, con la mirada hacia arriba, tanteamos el terreno y nos vamos agarrando a las ramas o a los arbustos. Si nos cansamos, podemos elegir el lugar de descanso. El dolor es más ordenado, un pinchazo, un arañazo o una caída nos hacen retroceder, Pero siempre somos nosotros los que decidimos si ponemos la mano o el pie, aquí o allí.
El hombre, como el pájaro, ha nacido para volar. No podemos prescindir de Dios, de la misma manera que el pájaro necesita las alas para volar. Necesitamos que El nos enseñe a caminar, también el pájaro aprende a volar. Si no lo hiciera así, daría saltos. No es propio del pájaro saltar, aunque a fuerza de repetir los saltos los llegara a efectuar con perfección.
Ignorar que Dios es el Señor y Dueño de nuestras vidas nos llevaría también a ir de un lado para otro, sin control. Es una pretensión vana intentar organizarse sin contar con El.
El pájaro que no aprendió a volar va de rama en rama, porque no sabe colocar las alas, y, además, ha perdido la dirección del nido. Se adentra en un claro del bosque rendido por el cansancio. Los saltos, desacompasados y desgarbados, le agotan. Sueña, sin querer, en volar. Se inquieta en la espera. Sabe que en algún momento volverá a aparecer quien le dio las primeras lecciones para aprender a usar las alas. Y pía sin cesar.
Hay que saber esperar, no es el momento de «adentrarnos en un claro del bosque», porque puede ser un espejismo que nos vuelva a introducir en el caos. Nuestra posición ha de ser sincera y reconocer la equivocación. Huir de Dios no es el sistema. Debemos dejar paso a una reflexión seria y, nuevamente, vamos a examinar el porqué de nuestra rebelión frente a Dios, sin dar lugar a que pueda entrar la desesperanza.
Lo primero que deseamos considerar es este encuentro duro, en el que, frente a frente con la realidad de nuestra vida, admitimos que se halla centrada en nosotros y que de aquí proviene la insatisfacción.