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San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
1ª. VIVIR PARA LA GLORIA DE DIOS (21/XI/1954)
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2e Con el corazón, también le diste a Jesús tu libertad, y tu fin personal ha pasado a ser algo muy secundario. Puedes moverte con libertad dentro de la barca, con la libertad de los hijos de Dios que están en la Verdad, cumpliendo la Voluntad divina. Pero no puedes olvidar que has de permanecer siempre dentro de los límites de la barca. Y esto porque te dio la gana. Repito lo que os decía ayer o anteayer: si te sales de la barca, caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo, perdiendo esta compañía que voluntariamente aceptaste, cuando Él te la ofreció.
2e «tu fin personal»: el fin personal que cada persona busca en el orden profesional, cultural, etc., y que la llamada al Opus Dei no niega, se sitúa ahora en un contexto más amplio, el de realizar la Obra, con disponibilidad para lo que Dios pida.
«ayer o anteayer.»: en una tertulia que tuvo lugar dos días antes, el 19 de noviembre, había estado comentando esas mismas ideas (cfr. Diario del Colegio Romano de la Santa Cruz, 19-XI-1954, en AGP, serie M.2.2, 427-27).
«si te sales de la barca»: en los siguientes párrafos, san Josemaría acude al símil de “la barca” para referirse, en realidad, a dos barcas: la de la Iglesia y la de la Obra, que son distintas, aunque la metáfora sea única. Como es sabido, los Padres de la Iglesia, para ilustrar la necesidad de la Iglesia para la salvación, utilizaban las imágenes de la barca, del arca, de la casa, del templo, etc. «Fuera de esta casa, lo que significa fuera de la Iglesia, nadie puede salvarse, porque aquel que sale de ella es culpable de su propia muerte» (Orígenes, In Iesu Nave, Hom. 5, 3: PG 12, 841). «Si alguien ha escapado (al diluvio) fuera del arca entonces el que sale de la Iglesia puede escapar (a la condenación)» (San Cipriano, De Unit. Eccl., 6: PL 4, 503). Las citas podrían multiplicarse. Análogamente, san Josemaría echa mano del símil de la barca para hablar de la perseverancia en la Obra a personas espiritualmente maduras, de vocación probada y que son conscientes de su responsabilidad moral ante el Señor («inequívocamente te llamó Dios», 1.2g); en esa situación, la resistencia consciente a la voluntad de Dios conocida como tal, puede conllevar un dejar de «estar con Cristo», que podría conducir incluso a la «muerte espiritual» (1.2j); de ahí la fuerza, incluso la dureza del lenguaje que emplea. Al mismo tiempo, dejó siempre claro que solo Dios sabe lo que acontece en cada caso y recomendó que, si alguien dejaba el Opus Dei, se procurara que no se alejara de la labor apostólica e incluso que fuera admitido como cooperador.
2f Piensa, hijo mío, qué grato es a Dios nuestro Señor el incienso que se quema en su honor. Piensa en lo poco que valen las cosas de la tierra, que apenas comienzan y ya se acaban. Piensa que todos los hombres somos nada: «Pulvis es, et in pulverem reverteris» volveremos a ser como el polvo del camino. Pero lo extraordinario es que, a pesar de eso, no vivimos para la tierra, ni para nuestra honra, sino para la honra de Dios, para la gloria de Dios, para el servicio de Dios. ¡Esto es lo que nos mueve!
2f Feria IV Cinerum, Ant.
2g Por lo tanto, si tu soberbia te susurra: aquí pasas inadvertido, con tus talentos extraordinarios..., aquí no vas a dar todo el fruto que podrías..., que te vas a malograr, a agotar inútilmente... Tú, que has subido a la barca de la Obra porque te dio la gana, porque inequívocamente te llamó Dios —«nadie puede venir a Mí, si el Padre que me envió no le atrae»-, has de corresponder a esa gracia quemándote, haciendo que nuestro sacrificio gustoso, nuestra entrega sea una ofrenda: ¡un holocausto!
2g «holocausto»: se refiere a uno de los sacrificios hebraicos, en los que la víctima era completamente consumida por el fuego. La metáfora es clara: la entrega a Dios ha de ser completa, el servicio a Cristo puede exigir renunciar a la propia vida, “perderla”, como se quema la ofrenda del holocausto, para recuperarla después en la eternidad (cfr. Mc 8, 35).
Hijo mío, ya te has persuadido, con esta parábola, de que si quieres tener vida, y vida eterna, y honor eterno; si quieres la felicidad eterna, no puedes salir de la barca, y debes prescindir en muchos casos de tu fin personal. Yo no tengo otro fin que el corporativo: la obediencia.
2h «tu fin personal»: la llamada de Dios requiere a menudo prescindir de legítimas aspiraciones personales y dejarlo todo para seguir a Cristo. En ese contexto, de obediencia a la voluntad divina, se encuadra esta enseñanza de san Josemaría.