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26 noviembre 2024

Ignacio Domínguez. El Salmo 2. Ed. Palabra, Madrid, 1977

«Postula a me et dabo tibia. La oración de los hijos de Dios

Postula a me et dabo tibi. Parece que Dios nos lo dice con inmensa ilusión: Pídeme, sé audaz... «Ten todavía más audacia y, cuando necesites al­go, partiendo siempre del Fiat, di: "Jesús, quiero esto o lo otro", porque así piden los niños» (Camino, n. 403). Pídeme y te daré:

A Salomón:

Pídeme lo que quieras.

Señor, da a tu siervo un corazón despierto para juzgar con rectitud a tu pueblo, un co­razón que sepa discernir entre el bien y el mal.

Pídeme y te daré... te concederé un corazón sabio y profundo como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti... de suerte que no haya otro como tú entre los reyes (1 Re 3, 5)…

Al rey Ajaz:

Pídeme una señal en lo más alto del cielo o en lo más hondo del abismo... Pídeme y yo te la daré: He aquí que una Virgen concebi­rá, y dará a luz un hijo y le pondrá por nom­bre Emmanuel, que significa: Dios con no­sotros (Is 7, 10). San Mateo (1, 20-23) nos indica la plenitud de sentido que entraña esta pro­mesa.

A cada uno de nosotros:

Pídeme y te daré las gentes por herencia, y como posesión tuya los confines de la tie­rra (Sal 2, 8).

Pide y te daré, dice el Salmo 2: Pedid y se os dará, recordó de nuevo Jesús en el Evangelio. Real­mente, tiene razón el autor de Camino al pregun­tar: «Haz oración. ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito?» (Camino, n. 96).

Pero, ¿por qué quiere Dios que le pidamos? ¿Por qué no nos da sin que le pidamos? La respuesta la indicó claramente san Agustín: Deus non dat nisi petenti, ne det non capienti: Dios no da sino al que le pide, para no dar a quien no le aceptaría sus dones. Por inmenso respeto a la li­bertad de cada uno: no se sientan ni remotamente coaccionados.

Pero Dios es infinitamente rico para cuantos le invocan; y da sin medida, quiere llenarnos de sus mercedes, de sus dones... Por eso, susurra en nues­tro corazón: Postula a me... Pídemelo..., no se lo pidas a los ídolos que aures habent sed non audiunt: tienen oídos pero no oyen. Postula a me et tibi dabo... Exaudiam te... Te lo prometo... Píde­melo a mí... Te escucharé.

¡Qué anhelos los de Dios: para que no nos des­viemos!

¡Como si no estuviese abocado a la frustración y al vacío, aquel que pone su confianza en las ri­quezas, en el poder, en cualquier instancia huma­na, prescindiendo de Dios!

Postula a me... ¡Como si pudiéramos conseguir algo positivo y bueno al margen de su infinita bondad! ¡Como si no fuera harta miseria el no saber que debemos acudir a Dios para pedírselo todo!