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Después de la muerte, en la luz divina, el alma ve claramente en ella los pecados veniales que no han tenido la contrición efectiva en la tierra. Pronto se arrepiente y obtiene así el perdón divino. Como este arrepentimiento acaece después de la muerte, ya no es meritorio: el alma no se beneficia ya ni de su crecimiento en la caridad, ni de la remisión de la pena. La Iglesia no se ha pronunciado sobre este delicado asunto, muy debatido por los teólogos.
En este movimiento de atracción y luz de la verdad, el alma se encuentra confortada de manera personal, con el mismo Dios. Sin descubrirse al alma, El se manifiesta en la luz, y por la atracción de Amor: Es un encuentro inesperado pero deseado vehementemente; al responder a tanta solicitud del Amor divino descubre en sí misma un penoso obstáculo, muy doloroso, que le impide entregarse totalmente a la atracción amorosa de Dios; es la pena del pecador: lo que queda por expiar para satisfacer la Justicia de Dios. Yo veía a esta alma en este estado de desgarramiento, que constituye lo esencial del misterio del Purgatorio: el desgarramiento del alma entre la atracción del Amor de Dios, y la incapacidad actual para responderle.
Todo esto lo vi de manera intelectual. Era claro para mi inteligencia, pero no lo puedo expresar claramente, porque las palabras son impotentes para describir estas cosas. Al mismo tiempo, veía con los ojos del alma un conjunto de imágenes y otras muchas realidades.
Contemplé al Ángel de la guarda del adolescente, rezando a su lado, y también a la Santísima Virgen, que oraba de pie en la Gloria de Dios, junto a otros santos, intercediendo todos por esta alma. Muy abajo, contemplé, un negro abismo de fuego: el diablo sin cadenas, rugiendo, vomitando todo el infierno de alaridos y rabia, sin duda porque esta alma salvada se le escapaba... Ignoro si el alma pudo ver todo esto en el juicio particular: A mí se me mostró como un acto personal de Dios en el alma, una confrontación interna del alma con el misterio de Dios. Pienso que en esos momentos el alma no tiene más visión que la Gloria de Dios. Creo, sin embargo, que siente todo eso y sabe más que lo que ve. Existe realmente la intercesión de la Santísima Virgen, y la ejerce con poder, y también los Santos, aunque en el momento del juicio el alma no lo vea ni tenga más que un conocimiento, de alguna manera intuitiva. Esta intercesión me parecía muy fuerte y el Cielo entero participaba en ella. Era un formidable impulso de amor general por cada alma que llega ante Dios.
No oí que Dios formulara una sentencia. El juicio es pronunciado, pero en el secreto de la relación íntima de Dios con el alma que comparece ante Él. Creo que es la consecuencia del conocimiento que recibe el alma en esta luz de verdad; y esta sentencia —si se la puede llamar así— es percibida inmediatamente por el alma confrontada con el resplandor de la Santidad Divina. Ella misma es conforme a la Voluntad de Dios, que es amor y justicia. Para el alma, esta conformidad es la ocasión para ejercer su libertad en plenitud, que es un don del querer divino. Se entrega a él, según su propio estado, es decir, entrando en la Gloria del Cielo, retirándose al Purgatorio, o arrojándose ella misma al fuego del infierno.
Nunca se conocerá bastante la falsedad de la representación de un Dios terrible que con su dedo acusador señala al Purgatorio o el Infierno. No: Dios es Amor, y el Amor atrae todo hacia sí. La eternidad de un alma no es una decisión de Dios. ¡Es una libre decisión del alma!
La del adolescente que vi en la presencia de la Gloria de Dios, se retiró al Purgatorio serenamente, permaneciendo en la viva atracción del Amor Divino. Me parece que en el Purgatorio las almas continúan percibiendo el resplandor de la santidad de Dios y experimentan impetuosamente el atractivo y la fuerza de su amor.
Todo el juicio particular se desarrolla en un solo acto: es el don del Amor de Dios al alma. Después del juicio (que escapa al tiempo tal y como nosotros lo entendemos), entra el alma en conocimientos mayores y más elevados, que no aumentan en nada los méritos que ella adquirió en la tierra; ni su grado de gloria en el Cielo. Pero cuanto más la purifica Dios, en el fuego de Su Santidad, más se eleva hacia El. Y si el alma es admitida a la visión beatífica, recibe inmediatamente el conocimiento,
Cuando un alma es admitida a la visión beatífica, lo que recibe inmediatamente es el conocimiento de Dios mismo, al que queda unida, y en el conocimiento de Dios recibe también el de los misterios del Cielo.
En el Purgatorio, tiene a veces la visita de su Ángel Custodio, de la Santísima Virgen y de algunos santos (sobre todo en las fiestas litúrgicas). Los ve en Dios, y los contempla en El, que sigue todavía oculto. En lo concerniente al infierno, el alma está sometida por su estado a la percepción de demonios y condenados, espíritus de las tinieblas y del mundo diabólico. Esto me mostró el Señor sobre el juicio particular, con ocasión del fallecimiento de un amigo.