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8 octubre 2024

Ignacio Domínguez. El Salmo 2. Ed. Palabra, Madrid, 1977

«Praedicans praeceptum» (II) El mandamiento nuevo

Un mandamiento nuevo os doy: que os améis

En la meditación anterior hemos visto que «pre­dicar el precepto» equivalía a la predicación del Evangelio: la ley nueva, la ley de Cristo.

Pues bien, esta ley nueva, tiene también un man­damiento nuevo: el mandamiento del amor fra­terno: un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he ama­do (Jn. 15, 12).

¿Por qué nuevo?

nuevo... porque en la vieja ley se mandaba amar al prójimo como a uno mismo, aquí empero Cristo manda amar como ama El;

nuevo... porque nos despoja del hombre vie­jo a que hace referencia san Pablo, y nos re­viste del hombre nuevo creado en justicia y santidad verdaderas (Efes 4, 24);

nuevo... porque nos purifica de la vieja le­vadura para que celebremos nuestro gozo pascual con ázimos nuevos de pureza (1 Cor 5, 7);

En Cristo todo es nuevo:

nueva es la doctrina que El enseña con au­toridad (Mc 1, 27), y nueva la alianza sellada en su sangre (Lc 22, 20);

nueva es la vida de los cristianos (Rom 6, 4), y nuevas también las lenguas que estos mismos cris­tianos hablarán (Mc 16 ,7);

nuevo el nombre que poseerán aquellos que han sido fieles a Dios, y nuevo también el cántico que cantarán por eternidad de eter­nidades.

Dice Jesús: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando... Y esto os mando: que os améis, que si el mundo os odia, a mí me odió prime­ro (Jn 15, 14).

En base a la amistad que nos une con El, Je­sucristo nos manda amar a los hermanos.

probamos que queremos a Jesucristo si cum­plimos lo que Él nos manda.

lo que nos manda es: que os améis como yo os he amado.

Más aún: este amor, esta amistad con Cristo, que se traduce en fraternidad con todos los hom­bres, es el que nos hace fuertes para no ser des­trozados por el odio que proviene del mundo.

Es como si dijese: el mundo ciertamente os odiará: también me odió a mí. Para hacerle fren­te, para que su odio no pueda con vosotros, amaos mutuamente: como Yo os he amado.

Recomendación apostólica: Estote fraternitatis amatores. La frase es de san Pedro: sed amantes de la fraternidad, creadores de verdadero amor fraterno: un amor que os lleve a vivir y a querer la propia santidad y la de los demás. Es necesa­rio «que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado, viviendo junto a los demás e igual que los demás, entregándonos a servir al Se­ñor en el mundo, para dar a conocer mejor a todas las almas el amor de Dios: para decirles que se han abierto los caminos divinos de la tierra» (es cristo que pasa, número 21). Hay que reconocer a Cristo, que nos sale al encuen­tro, en nuestros hermanos los hombres. «Ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entre­laza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mis­mo poema divino, que Dios escribe con el con­curso de nuestra libertad».

A esto le llama el Fundador del Opus Dei: «ben­dita fraternidad»:

«Si no te veo practicar la bendita fraternidad, que de continuo te predico, te recordaré aquellas palabras entrañables de san Juan: «Filioli mei, non diligamus verbo neque lingua, sed opere et veritate» —hijitos míos, no amemos con la palabra o con la lengua, sino con obras y de verdad» (13).

Amar con obras y de verdad: que así fue el Amor de Jesucristo.