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Hija del Padre y Madre del Hijo por el Espíritu Santo
La Madre asociada a la «kénosis» del Hijo
Ante la grandeza de la Hija, Madre y Esposa de Dios, conviene insistir —con admiración— en que esta Aurora del Sol de Justicia fue asociada a la kénosis de su Hijo. En palabras de Mons. Escrivá de Balaguer, «si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente cierto que durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe». Un «claroscuro» que, especialmente al pie de la Cruz de Cristo, podemos considerar, con Juan Pablo II, como «la más profunda ‘kénosis’ de la fe en la historia de la humanidad», mediante la cual María estuvo «unida perfectamente a Cristo en despojamiento». Esta kénosis de la fe se nos manifiesta especialmente en que, «cuando la misión de Cristo parece consumarse en el fracaso más absoluto, y los discípulos dejan solo al Maestro, Nuestra Señora avanza con paso decidido en la peregrinación de la fe y cree, contra toda esperanza, que se cumplirá cuan to Dios le ha dicho acerca de su Hijo».
Y al pie de la Cruz, en palabras del Cardenal Ratzinger, «María es otra vez madre, en el dolor de la compasión comienza la nueva maternidad, se verifica la palabra: ‘Ensancha el espacio de tu tienda..., porque te extenderás a derecha e izquierda, y tu descendencia entrará en posesión de las naciones’ (Is 54, 2 s). La maternidad de María permanece así hasta el fin del mundo: María no es un modelo abstracto de la madre Iglesia, como tampoco la Iglesia es una abstracción. La Iglesia es persona en María y quiere llegar a ser persona en nosotros, que hemos sido confiados por el Señor al amor materno de María». Pasemos, pues, a considerar esta «nueva maternidad», que es parte integrante del misterio de la Madre.