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ÚLTIMO TRAMO HASTA BELÉN
[Buena voluntad de la gente del albergue. Vanas esperanzas de José acerca de Belén.]
[Viernes, 23 de noviembre:]
José y María salieron de aquí para Belén hoy a eso de mediodía; todavía les quedaban tres horas de camino. El ama de casa les rogó que se quedaran, pues el parto de María parecía cuestión de horas. Pero María, con el velo echado, respondió que todavía faltaban 36 horas; no estoy segura si dijo 38. La mujer los hubiera retenido con mucho gusto, pero no en su misma casa sino en otro edificio.
Al partir, José habló con el posadero de los burros de éste y los alabó mucho y dijo que él también llevaba consigo una borriquilla para empeñarla en caso de necesidad.
Como los del albergue insistían en la dificultad de encontrar alojamiento en Belén, José les dijo que allí tenía amigos que seguramente los acogerían bien. Me dolía que hablara con tanta seguridad de buena acogida; por el camino volvió a hablar de ello con María, y es que se ve que la gente muy santa también puede equivocarse.
BELÉN. LLEGADA DE LA SAGRADA FAMILIA
[El censo romano en la casa paterna de José. José censado. Sobre el tributo que se pagaba en tres plazos.]
[Viernes 23 de noviembre:]
El camino desde el último albergue a Belén debe llevar unas tres horas. Rodearon a Belén por el Norte y se acercaron a la ciudad desde Poniente. Hicieron alto debajo de un árbol a la vera del camino; María bajó del asno y se arregló la ropa.
Luego José fue con ella a un gran edificio rodeado de jardines y de otros edificios menores que estaba a unos minutos de Belén. Delante tenía árboles y alrededor acampaba mucha gente y había muchas tiendas. Era la vieja casa solariega de David y antigua casa del padre de José; todavía vivían en ella parientes o conocidos de José pero estuvieron muy distantes con él, como si no lo conocieran. Ahora está aquí la Casa de Recaudación del Tesoro Romano.
Llevando el asno del ronzal, José fue enseguida a la casa con la Santísima Virgen, pues todo recién llegado tenía que inscribirse en ella y recibir una cédula sin la cual no se le permitía estar en Belén.
[Después de varias pausas, la narradora, que estaba en contemplación, dijo lo siguiente:]
La borriquilla que andaba suelta no se fue con ellos, sino que correteaba al Sur de la ciudad, donde el valle está llano.
José ha entrado en la casa. María está en un casita junto al patio con unas mujeres muy acogedoras que la dan de comer… Son mujeres que cocinan para la tropa… Los soldados son romanos… tienen esas correas colgando alrededor de las caderas… Aquí hace un tiempo agradable, nada de frío… El sol brilla sobre los montes que hay entre Jerusalén y Betania, que desde aquí se ven muy bonitas…
José está en una sala grande que no está en la planta baja. Le preguntan quién es y lo buscan en un largo rollo de los muchos que cuelgan de las paredes. Lo desenrollan y leen en voz alta su estirpe, así como el linaje de María; José parecía no saber que María procediera en línea tan directa de David a través de Joaquín; pues José mismo procede de un vástago anterior de David… El hombre le pregunta:
—¿Dónde tienes a tu mujer?
A causa de muchos desórdenes de todo género, hace siete años que no censaban como es debido a la gente de este país. Veo los números V y II que hacen siete [Hizo estos números con los dedos]. El tributo ya está en curso desde hace un par de meses. En estos siete años algo se ha pagado aquí y allá, pero nada en serio. La gente todavía tendrá que pagar dos veces más, y algunos se quedarán aquí tres meses.
José llegaba un poco retrasado al impuesto pero le trataron amistosamente. Hoy todavía no ha pagado, pero le preguntaron sus medios de fortuna y explicó que no tenía terrenos, y que vivía de su oficio y de la ayuda de su suegra.
En varias salas de la casa hay un montón de escribanos y funcionarios importantes. Arriba están los romanos y también muchos soldados. Hay fariseos y saduceos, sacerdotes, ancianos y toda clase de escribanos y funcionarios de ésos, tanto por parte romana como judía. En Jerusalén no hay una comisión de éstas, pero sí en muchos otros lugares del país, como Magdalum junto al Mar de Galilea, donde tiene que ir a pagar la gente de Galilea y también gente de Sidón, según creo, algunos a causa de sus negocios mercantiles. Únicamente tienen que ir a su lugar de nacimiento los que no están avecindados o no se pueden estimar sus bienes raíces.
El impuesto tiene que pagarse en tres partes de ahora en tres meses, y cada pago tiene distinto destino: del primer pago participan César Augusto, el rey Herodes y otro rey más que vive cerca de Egipto, que hizo algo en la guerra y tiene cierto derecho arriba, en una comarca del país, por cuya causa tienen que darle algo.
El segundo pago se destina a la construcción del Templo, algo así como si se estuviera pagando una deuda que tuviera contraída.
El tercer pago debería ser para los pobres y las viudas, que no han recibido nada desde hace mucho tiempo, pero les llega muy poco, igual que hoy día. Los motivos que se exponen son justos, pero el dinero se queda en las manos de los grandes. El griterío y los aspavientos eran horribles, talmente como si fuera …ico [Brentano no recoge la primera parte de esta palabra, tal vez: ¿diaból?…ico].
A José le despidieron arriba, y cuando bajó, en un pasillo llamaron también a la Santísima Virgen ante el escribano, pero no la leyeron nada en voz alta. También le dijeron a José que no hubiera sido necesario que trajera a su mujer consigo, y parecieron chancearse a causa de la juventud de María. José se avergonzó delante de María, pues temía que pensara que no le respetaban en su pueblo natal.
JOSÉ BUSCA ALOJAMIENTO EN BELÉN
[María se sienta y espera bajo un árbol. Van a la Cueva del Pesebre que está fuera de Belén.]
Entonces fueron a Belén, que está bastante desparramado, y adonde se entra pasando murallas derrumbadas por una puerta también derruida. María se quedó con el burro justo al principio de la calle y José fue a buscar alojamiento ya en las primeras casas pero sin éxito porque había muchos forasteros en Belén y todo era correr de aquí para allá. José regresó y le dijo a María que aquí no encontraba albergue; que si le parecía bien podrían entrar un poco más en la ciudad.
José iba delante con el burro del ronzal, y la Santísima Virgen le seguía junto a éste. Cuando llegaron a la entrada de otra calle, María volvió a quedarse con el animal mientras José buscaba una vez más alojamiento de casa en casa, pero fue en vano y otra vez volvió atribulado. Esto se repitió varias veces, y muchas veces la Santísima Virgen tuvo que esperar mucho tiempo. Belén estaba lleno de gente por todas partes y en todas partes rechazaban a José. Entonces dijo a María que irían a otra parte de Belén, donde seguro que encontrarían alojamiento.
Deshicieron un trecho del camino que habían traído y luego torcieron al Sur. Iban con toda timidez por una calle que más parecía un camino rural, pues las casas estaban construidas en colinas un poco apartadas. También aquí la búsqueda fue en vano.
Al otro lado de Belén, donde las casas ya estaban dispersas, llegaron a una plaza despejada en una hondonada que era como un campo; estaba un poco solitaria. Había allí una especie de cobertizo, y no lejos de él un árbol grande y extenso que daba sombra igual que un gran tilo. Tenía el tronco liso y sus ramas se extendían alrededor como una techumbre.
José llevó a la Santísima Virgen a este árbol y la preparó debajo de él con los fardos de viaje un cómodo asiento junto al tronco para que pudiera descansar mientras él seguía buscando alojamiento por las casas del contorno. El burro estaba de pie con la cabeza vuelta al árbol.