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Yo le pedí entonces que me hiciera saber lo que es necesario para adelantar esa hora del encuentro con Dios, de manera que el Purgatorio nos sea evitado después de la muerte. Me explicó:
Hay que amar, hay que entregarse totalmente al Amor divino,
hay que dejarse transformar por el Amor hasta convertirse en un perfecto instrumento del Amor.
¿Sabes cómo conseguir esto? Remitiéndose en todo a la Pura Voluntad de Dios, Esforzándose en cumplir en todo las exigencias de esta Pura Voluntad que es Amor.
Esta es la perfección que se os pide y con la que trabajáis por una cosa: la glorificación de Dios, que es Amor. La gloria de la Trinidad divina debe ser vuestra única preocupación,
debéis unificar toda vuestra vida en el amor a esto.
Toda vuestra vida debe estar remitida al Amor divino
y orientada en sus mínimos aspectos
hacia la Gloria de Dios:
para esto hay que rezar más que hablar,
actuar en la caridad más que perorar,
enraizarse en el silencio y la humildad
para hacer crecer la fe y la esperanza;
no mirar más que a Dios,
y a Dios en los demás
para conseguir olvidarse de uno mismo
y adquirir así la gracia de hacerlo todo
ala luz de la fe,
en el dinamismo de la caridad
y la medida de la esperanza.
¿Sabes cuál es uno de los mayores errores
de algunas almas?
Que quieren evitar a toda costa el Purgatorio y pretenden, a veces, temerariamente, hacer todo por ir directamente al Cielo, Pero ellas están empujadas por el temor y no estimuladas por el amor. Actúan más por ellas mismas, que por buscar sólo la Gloria de Dios. Comprende bien lo que te digo ahora: el único medio de evitar el Purgatorio no es hacer todo por evitarlo,
sino hacer todo para ir al Cielo,
es trabajar incansablemente
para la propia perfección y salvación,
entregándose totalmente al Amor infinito de Dios,
en conformidad en todas las cosas
con sus exigencias,
no teniendo más miras que la Gloria de Dios: todo el resto es vanidad.
Todo esto era muy severo, austero y, a veces, muy difícil de comprender, Y yo le pedí a mi Santo Ángel que me explicara en particular lo que él entendería por esta expresión: «actuar en la medida de la esperanza», y me hizo el siguiente comentario:
Un alma que actúa en la medida de la esperanza
es un alma para quien la esperanza
sólo tiene un objetivo: Dios.
La esperanza es una humilde y confiada espera
de la posesión eterna de Dios;
y esta esperanza es mesurada cuando se ejerce
de forma simple y serena,
y también de manera verídica y eficaz:
ella desprende al alma de los bienes terrenos
y de todos los vanos placeres y satisfacciones;
también suscita en el alma
grandes deseos de santidad,
se abre en confianza filial hacia Dios
a lo largo de vuestra vida terrenal,
y en la perseverancia final,
a la hora de vuestra muerte;
pero, hay almas que se imaginan
practicar la esperanza,
mientras que se hunden en la presunción
o se pierden en inútiles ensueños,
dando rienda suelta a su imaginación,
y especialmente, en lo que concierne
a los últimos fines.
Yo recibía esta enseñanza con alegría y paz y mi alma estaba agradecida al Señor por tantas gracias. Después de explicarme esto, el Ángel continuó:
Cuando evocáis los últimos fines, perdéis muy a menudo vuestro tiempo en discusiones estériles, en arriesgadas especulaciones, o en razonamientos estrechos y falsos: ¡vanas charletas!
Hace falta una gran discreción en este tema. Se da a menudo demasiada importancia a la imaginación,
que no nos deja ver el Cielo, el Purgatorio y el infierno,
como se alzaría una decoración de teatro.
No podéis saber lo que es el Purgatorio:
es mejor quedarse más tiempo en la tierra,
y sufrir los peores males con amor y resignación,
antes que estar en el Purgatorio una hora.
Una hora de Purgatorio es terrible,
es más largo que un año
con grandes sufrimientos en la tierra;
y los dolores más atroces
en vuestra vida en la tierra
son un bálsamo al lado de aquellos
que soportan las pobres y benditas almas
del Purgatorio.
Sí. Son terribles las penas del Purgatorio, incomparablemente mayores que cuanto puedes sufrir en la tierra; pero no se puede comparar, porque pertenecen a dos órdenes diferentes. Y piensa que la mayor parte de las almas deben quedarse treinta o cuarenta años en el Purgatorio.
¿Comprendes cuánto hay que rezar por ellas... ?
El ángel se calló. Luego desapareció de mi vista interior.