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Agenda

25 enero 2024

La Eucaristía

San Alfonso María de Ligorio

Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima.

VISITA II
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Dice un devoto Padre que siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no sólo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente a nosotros, manifestándonos por este eficacísimo medio el amor que nos tiene. San Pablo dice que Dios, tomando la forma de siervo, se abatió a sí mismo. Mas ¿qué diremos nosotros, viendo que por nuestro amor está todos los días sobre nuestros altares tomando la forma de pan? Ninguna lengua es bastante, dice San Pedro de Alcántara, para declarar la grandeza del amor que Jesús tiene a cualquier alma que está en su gracia; y por eso, queriendo este dulcísimo esposo partir de este mundo para su Eterno Padre, para que su ausencia no nos fuese ocasión de olvidarnos de Él, nos dejó por memoria este Santísimo Sacramento, en el cual El mismo se quedaba por prenda de su amor y para despertar nuestra memoria.

¡Oh Jesús mío! Ya que Vos estáis aquí en esta custodia para oír las súplicas de los miserables, oíd ahora los ruegos del pecador más ingrato que vive entre los hombres. Ya vengo arrepentido a vuestros pies, conociendo el grave mal que he hecho en disgustaros. Primeramente os pido me perdonéis todos mis pecados. ¡Ah, quien nunca os hubiera ofendido! Ahora, aquí en vuestra presencia, conociendo vuestra gran bondad, me siento vivamente excitado a amaros y serviros. Mas si Vos no me ayudáis, no tengo fuerzas para ejecutarlo: haced, oh gran Dios, haced conocer a toda la corte celestial vuestro gran poder y vuestra infinita misericordia ; haced de este gran pecador un gran amante vuestro. Vos lo podéis hacer; hacedlo así. Dios mío; suplid de vuestra parte todo lo que me falta, para que llegue a amaros muy mucho, o a lo menos tanto cuanto os tengo ofendido: os amo, mi Jesús, os amo sobre todas las cosas: os amo más que a mi propia vida, Dios mío, amor mío y todo mi bien.

La comunión espiritual, etcétera.

A María Santísima

¡Oh Reina del universo y Señora nuestra! Vos sois la más poderosa abogada de los pecadores, después de Jesucristo que es nuestro principal abogado para con el Padre. Vos sois en el mismo Señor el puerto seguro de los que naufragan; sois la consolación del mundo, el rescate de los cautivos, la alegría de los enfermos, la recreación de los afligidos, el refugio de toda la tierra. ¡Oh llena de gracia! Alumbrad mi entendimiento. Soltad mi lengua para cantar vuestros loores, principalmente la salutación angélica, tan digna de Vos. Os adoro, oh paz, oh salvación, oh consolación de todo el mundo. Os adoro, paraíso de delicias, fuente de gracias, medianera entre Dios y los hombres.

VISITA III
He aquí nuestro Jesús, que no contento con dar la vida por nuestro amor, quiso también, después de su muerte, quedarse con nosotros en el Santísimo Sacramento, declarando que entre los hombres hallaba sus delicias. ¡Oh, hombres!, exclama Santa Teresa, ¿cómo podéis ofender a un Dios, el cual dice que entre vosotros tiene sus delicias? Jesús tiene sus delicias en estar con nosotros, y ¿nosotros no las tendremos en estar con Jesús? ¿Nosotros, a quienes se ha concedido la honra de estar en su palacio? ¡Ah, cómo se tienen por honrados aquellos vasallos a quienes el rey da lugar en su palacio! Pues, ved aquí el palacio del rey de los reyes; esta es la casa donde habitamos con Jesucristo; sepamos serle agradecidos y hablémosle con amor y confianza. Aquí me tenéis. Dios mío y Salvador mío, delante de este altar, donde Vos estáis de día y de noche por mi amor. Vos sois la fuente de todo el bien; Vos, el médico de todos los males; Vos, el tesorero de los pobres. Pues aquí tenéis ahora a vuestros pies un pecador, entre todos el más pobre y el más enfermo, que os pide misericordia; tened. Señor, compasión de mí. Grande es mi miseria; mas yo no quiero perder el ánimo, viendo que en ese Sacramento bajáis todos los días del cielo a la tierra para mi bien. Yo os adoro, os alabo y os amo, y si queréis que os pida alguna limosna, os pido esta, oídme: Señor, yo deseo no ofenderos jamás, y quiero que me deis luz y gracia para amaros con todas mis fuerzas. Señor, yo os amo con toda mi alma; os amo con todos los afectos de mi corazón: haced Vos que lo diga de veras y que lo diga siempre en esta vida y por toda la eternidad. Virgen Santísima, santos mis abogados, ángeles y bienaventurados, ayudadme todos a amar a mi amabilísimo Dios.

La comunión espiritual, etcétera.

A María Santísima

Oh Señora mía. Vos que sois el mayor consuelo que recibo de Dios; Vos que sois el celestial alivio que suaviza mis penas; Vos que sois la luz de mi alma cuando se ve rodeada de tinieblas; Vos que sois mi guía en mis viajes, mi fortaleza en mis desalientos, mi tesoro en mi pobreza, mi medicina en mis enfermedades y mi consuelo en mis lágrimas; Vos que sois el refugio en mis miserias, y después de Jesucristo la esperanza de mi salvación, despachad mis súplicas, tened piedad de mí como Madre que sois de un Dios que tiene tanto amor a los hombres, concededme cuanto os pido, ¡oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!