Página inicio

-

Agenda

5 septiembre 2024

La Eucaristía

San Alfonso María de Ligorio

Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima.

VISITA XVIII
.

Jesucristo comparecerá un día en el valle de Josafat sentado en un trono de majestad. Mas ahora, en el Santísimo Sacramento, está sentado en un trono de amor. Si un rey, para manifestar el amor que tuviese a un pobre pastor, viniera a habitar dentro de su cabaña, ¡qué ingratitud sería la de este pastor si no le visitase muchas veces, sabiendo que por tener este gusto ha venido a hospedarse en su habitación! ¡Ay, Jesús mío! Sé que por mi amor habéis venido a estar en el Santísimo Sacramento del Altar. Bien quisiera, si me fuese posible, estar aquí en vuestra presencia de día y de noche. Porque si los ángeles, oh Señor mío, están aquí pasmados del amor que nos tenéis, razón es que viéndoos por mi amor en ese altar os procure contentar a lo menos con estar aquí en vuestra presencia, alabando el amor y la bondad con que tratáis a esta vil criatura. Delante de los ángeles os alabaré. Iré a vuestro templo a adoraros y a dar gracias a vuestro nombre por vuestra misericordia y verdad (Ps 137, 1.2). ¡Oh Dios Sacramentado! ¡Oh pan de los ángeles! ¡Oh sustento divino! Yo os amo. Mas ni yo ni Vos estamos contentos de mi amor. Os amo, sí; mas os amo muy poco. Haced Vos, Jesús mío, que conozca la belleza y la bondad inmensa que amo. Haced que mi corazón separe de sí todos los afectos terrenos y dé todo el lugar a vuestro divino amor. Vos, para enamorarme de vuestra bondad, y para uniros a mi alma, bajáis todos los días del cielo sobre nuestros altares. Razón es, pues, que no cuide yo de otra cosa que de amaros, adoraros y daros gusto. Os amo con toda mi alma y con todos mi afectos. Si me queréis pagar. Señor, este amor, dadme más amor, más llamas que me abrasen, que me hagan siempre serviros y desear siempre serviros y obedeceros.

La comunión espiritual, etc.

A María Santísima

¡Oh Princesa nuestra! Dios os concede todas las gracias. Vos sois llamada llena de gracia porque concebisteis por obra del Espíritu Santo, que descendió sobre Vos. Oíd, pues, oh Santísima Virgen, nuestras súplicas y acordaos de nosotros. Comunicadnos los dones de vuestras riquezas y dadnos de la abundancia de las gracias de que sois llena: el arcángel os saluda y os llena de gracia. Todas las naciones os aclaman bienaventurada; todas las jerarquías terrestres también ahora os diremos: Dios te salve, oh llena de gracia; el Señor es contigo. Rogad por nosotros, oh Madre de Dios, Reina y Señora nuestra.

VISITA XIX

No hay cosa más suave que hallarse cada uno en compañía de su mayor amigo. ¿Y no nos será sumamente deleitable estar en este valle de lágrimas en compañía del amigo más fiel que tenemos, que nos puede dar todos los bienes, que excesivamente nos ama y que por esto está con nosotros continuamente? Allí le tenemos en el Santísimo Sacramento. Allí le podemos hablar a toda hora a nuestra voluntad; abrirle nuestro corazón, exponerle nuestras necesidades y pedirle sus gracias. Nosotros podemos tratar con el Rey del cielo de este Sacramento con una entera y amorosa confianza. Fue bastante dichoso José cuando Dios (como testifica la Escritura) descendió con su gracia en la cárcel en que estaba para consolarle, más, mucho más, lo somos nosotros en tener siempre presente en esta tierra de miserias a nuestro Dios hecho hombre, que está en nuestra compañía todos los días de nuestra vida, con tanto amor y compasión de nosotros. ¡Qué consolación no es para un pobre encarcelado tener un amigo que vaya repetidas veces a conversar con él, a consolarle, socorrerle y darle esperanza de que hará todo esfuerzo para librarle de su desgracia! Pues he aquí a nuestro buen amigo Jesucristo, que en este Sacramento nos fortalece y anima, diciéndonos: aquí estoy por vuestro amor, vengo de propósito del cielo a esta vuestra prisión para consolaros, para ayudaros y para libraros; hablad conmigo, uníos a mi voluntad, que no sentiréis vuestras miserias, y después vendréis conmigo a mi reino, donde os haré sumamente bienaventurados. ¡Oh Dios! ¡oh amor incomprensible!, ya que os dignáis ser tan afable con vuestras criaturas, que por estar en nuestra compañía descendéis sobre nuestros altares, yo quiero participar de vuestros favores, propongo firmemente visitaros repetidas veces, para gozar cuanto me fuera posible de vuestra dulcísima presencia, de aquella presencia que hace bienaventurados los santos en el paraíso. ¡ Oh si yo pudiera estar siempre aquí delante de vuestra divina majestad para adoraros y hacer repetidos actos de amor! Reprendedme. Señor, cuando por tibieza o por los negocios del mundo dejare de visitaros. Excitad en mí un gran deseo de estar siempre cerca de Vos en ese Sacramento. ¡Ah mi amoroso Jesús! ¡Quién siempre os hubiera amado! Mas ahora mi mayor consolación es ver que aún me queda tiempo para hacerlo, no sólo en la otra vida sino también en la presente, yo así lo quiero ejecutar. Quiero amaros de veras, mi sumo bien, mi amor, mi tesoro y todas mis cosas; quiero amaros con todas mis fuerzas.

La comunión espiritual, etcétera.

A María Santísima

Atraedme a Vos, oh Virgen María, para que corra tras los suaves olores de vuestros perfumes. Atraedme, porque el peso de mis pecados y la malicia de mis enemigos me detienen: Vos sois la que enseñáis la verdadera sabiduría; Vos, la que alcanzáis la gracia a los pecadores, porque sois su abogada; Vos, en fin, sois la que prometéis la gloria a los que os honran, porque sois el tesoro de Dios y la tesorera de sus gracias.