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Mi alma se maravilla al oír estas palabras, y el Ángel me muestra en ese momento una multitud de espíritus celestes ocupados en recoger sobre la superficie de la tierra toda clase de buenas obras y de oraciones en cestos de plata. Enriquecidos con múltiples méritos de la Santa Iglesia, después, en el Cielo, adornados por la gracia específica de la Virgen María, estos cestos que vienen de la tierra más o menos llenos, llegan ante el trono de Dios siempre desbordantes de una profusión de incienso, de rosas y de agua límpida. Es sorprendente.
Después, he visto que otros ángeles recibían de las benditas almas del Purgatorio copas de nardo, o de un perfume similar. Mi Ángel me muestra que estas imágenes simbolizan la oración de las almas que sufren y su abandono a la Voluntad divina, con lo que ellas glorifican a la Trinidad Divina. Estas copas, con formas muy variadas y bellas, son presentadas por los ángeles a la Majestad divina. Y he visto también que toda oración que se eleva del Purgatorio, como toda oración y todo mérito que suben de la tierra, tienen un solo destino: el trono de la Gloria de Dios. Todo converge ahí, toda oración de la Iglesia militante y sufriente se une a la del Cielo en una común liturgia de adoración y de acción de gracias. Veo también ángeles que van de la tierra al Purgatorio sin pasar, si puedo decirlo así, por el Cielo, y también con un movimiento inverso. Muestro mi extrañeza, y el Ángel me explica:
Los ángeles que van de la tierra al Purgatorio
son ángeles de la guarda, como yo,
y acompañan a las almas salvadas
hacia el lugar de su purificación.
Ya que el juicio particular del alma tiene lugar
en el mismo lugar de la muerte sobre la tierra,
de alguna manera, y no en el Cielo,
que sólo se abre para las almas
perfectamente purificadas.
En cuanto a los ángeles que van del Purgatorio
hacia vosotros,
son vuestros ángeles de la guarda,
que peregrinan hacia vosotros,
y vienen a pediros que recéis
por estas almas benditas,
y a recordaros vuestros deberes hacia ellas,
sus sufrimientos y sus necesidades.
Por eso no ves nada en sus manos.
En efecto, estos espíritus bienaventurados no llevan nada, tienen las manos cruzadas sobre el pecho. Veo almas que van en todo momento hacia el Purgatorio, acompañadas de sus ángeles de la guarda. He visto que el Purgatorio está rodeado de ángeles, y mi Ángel de la guarda me dice:
Son los ángeles de la guarda de las almas benditas que están todavía en el Purgatorio: rezan por ellas como lo hacen los santos, y a veces obtienen del Altísimo la misión de manifestarse a estas pobres almas para consolarlas y afianzarlas en la esperanza, y llevarlas un reflejo de la dicha eterna a la que ellas están llamadas
y a la que ellas aspiran, en ardiente deseo de amor.
Después, mi buen Ángel me dijo que mirara al Cielo, y, al hacerlo, vi todo. Elevé los ojos hacia el esplendor del Cielo y vi un trono de luz dorada, oculto por una nube resplandeciente, y en este trono había un Corazón palpitante, radiante, como de oro y fuego a la vez, marcado con una gran llaga en forma de cruz de donde surgen tres ríos infinitos: uno de agua cristalina, otro de sangre roja y el tercero de fuego o de luz, ríos que entremezclan sus olas y las derraman sin agotarse nunca en todo el universo, envolviendo e impregnando toda la creación, vivificando todas las criaturas. Es el Corazón Eucarístico de Jesús; todo mi ser se estremeció de alegría y de respeto ante este gran misterio. Vi ante este Corazón, y fuera del trono y de la nube, otro corazón como un cristal brillante, en el que el río de tres corrientes hacía converger sus aguas, derramándolas como en un gran estanque antes de fluir por todo el universo: es el Corazón Doloroso e Inmaculado de María. Alrededor de este Corazón, multitud de ángeles que estaban en oración y obedecían a una voz que venía del Trono de Dios, reunían guirnaldas de rosas y trenzaban ornamentos perfumados y resplandecientes de frescor y de colores, para adornar el corazón de la Santísima Virgen. Mi Ángel me dijo:
Estos ángeles son espíritus celestes
que el Altísimo reúne alrededor de la Inmaculada
para servirla, glorificarla,
rodearla de una escolta radiante y deferente.
Ellos han sido anteriormente
ángeles de la guarda,
pero las personas de las que se han encargado,
se han condenado...
están en el infierno para siempre...
Cuando un pecador se pierde,
su ángel de la guarda viene a aumentar
esta escolta de las Glorias de María.
Luego vi algo muy impactante: cada vez que un ángel de la guarda lleva un cesto ante el Trono de la Majestad divina, otro lo recibe y, a cambio, le da una copa de oro y otra de plata, las dos llenas en las fuentes de las gracias que nacen del Corazón Eucarístico de Jesús en medio del Cielo. El ángel entonces presenta estas vasijas a la Santísima Virgen, que las llena un poco más, mientras que los santos unen también su ofrenda, que es su poder de intercesión, más o menos grande según sean invocados, o bien si es, por ejemplo, el día de su fiesta. El ángel con las copas se inclina ante la Santísima Virgen, después va primero al Purgatorio, sobre el que derrama el contenido de la copa de oro que se extiende como una lluvia refrescante y bienhechora; después va a la tierra: allí da su copa de plata, que veo siempre llena, a un gran ángel que veo al lado del Padre Santo, y que es San Miguel.