-
Se me ha mostrado que los Elegidos reciben, a veces, de la Virgen María sufragios para llevar a las almas del Purgatorio, a las que ellos visitan, y a las que van a aliviar, consolar, enardecer de amor y de deseo de Dios. He visto que en el Cielo los directores espirituales rezan por sus hijos todavía en el Purgatorio, y viceversa; los padres por los hijos, y éstos por los padres; los jefes de estado por su conciudadanos, y los pueblos por sus gobernante; los esposos por el cónyuge todavía en el castillo de fuego, los amigos por los amigos. Los lazos anudados en Dios aquí abajo se encuentran en Dios entre el Cielo y el Purgatorio. Es muy hermoso, sorprendente, pues los mártires rezan por su perseguidores; los afligidos, por sus explotadores; los inocentes, por los hombres que les han hecho sufrir en la tierra; los pobres, tanto por los que les han oprimido, como por los que les han ayudado, y todos dicen:
Señor, por ellos hemos compartido vuestra Cruz,
¡que ahora estemos en vuestra Gloria!
Es la gran victoria del Amor: «como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...» En efecto, Dios recibe la oración de un santo para socorrer a las personas que, de una manera o de otra, han contribuido a la santificación de este santo, y que están todavía en el Purgatorio. A propósito de esto, se me ha enseñado qué poderosa es la oración de los mártires por los verdugos.
Los santos nos ayudan, y rezan por los que estamos todavía en la tierra. Pero también visitan el Purgatorio, rezan por las pobres almas sin, por supuesto, merecer por ellas. Ellos nos invitan a rezar por las almas del Purgatorio; recogiendo entonces los sufragios que han suscitado, los presentan al Señor por las benditas almas que sufren. He visto cuánta ternura tiene un santo patrón por sus hijos en el Purgatorio, anima a los de la tierra a que recen y ofrezcan sacrificios por ellos. También he visto muchas veces a Francisco de Asís invitar en el mundo a numerosos hombres y jóvenes de nombre Francisco a que rezaran por otros Franciscos que están en el Purgatorio, y así otros ejemplos parecidos. Pero aquí digo cosas que he experimentado no algunas veces, sino cien, mil veces. Yo vuelvo, pues, a la visión de este día.
En el Cielo, los santos sienten una inmensa alegría al ver a las almas del Purgatorio, porque saben que se han salvado y están destinadas a unirse a ellos y a glorificar con ellos eternamente a Dios. Los santos contemplan en todas estas almas del Purgatorio los efectos de la Misericordia divina, la victoria divina del Amor y de la Cruz; ellos encuentran en estas almas las virtudes y la caridad que tanto han amado, practicado e incluso inspirado, y se alegran en Dios. Él les concedes múltiples motivos de alegría, les envía la luz de Su ternura al Purgatorio, a menudo, con la Santísima Virgen, a quien escoltan; les envía al encuentro de almas en el momento de su liberación, e incluso les concede la liberación de una o varias almas en el día de su fiesta, gracias a todos los sufragios de ese día. Los fundadores de órdenes religiosas tienen este privilegio especialmente para sus hijos espirituales.
He visto también a algunas personas que están ya en el Cielo, y por quienes los miembros de su familia y de su entorno continúan rezando aquí abajo, que reciben de Dios estas oraciones, estos sufragios, para disponer de ellos en favor de las almas del Purgatorio, y siempre, los santos las ofrecen a la Santísima Virgen, remitiéndole en todo instante la disposición de estos tesoros de gracias, porque ella es su Reina y Mediadora; y María adorna, de alguna manera, estos dones de su gracia, los enriquece con su dulzura maternal, y los devuelve a estos santos pidiéndoles que los apliquen como alivio a tal o cual alma. María elige las almas del Purgatorio. En fin, se me mostró también que, con motivo de la beatificación o la canonización de un servidor de Dios, numerosas almas son liberadas, especialmente las más cercanas, sus allegados, incluso también sus adversarios, hasta sus perseguidores.
Como todo esto se me ha mostrado con la visión del castillo de fuego, mi Ángel de la guarda me invitó a rezar sin cesar por las pobres almas, y me dijo:
La oración y la intercesión de los santos por las almas del Purgatorio se insertan en la gran llamada de amor del Cielo sobre el Purgatorio, llamada ardiente que las almas que sufren sienten intensamente.
Los ángeles y el Purgatorio
En este día en que rezamos por nuestros difuntos, el Señor ha querido mostrar de nuevo a mi alma el castillo de fuego contemplado ayer. Mi Santo Ángel, cerca de mí, me dijo:
Mira, hijo, mira a los ángeles de Dios.
Entonces, yo miraba a los ángeles que, sin cesar y en constante adoración a Dios, iban al Cielo, hacia el Purgatorio y la tierra, y de la tierra a estos dos otros lugares, etc., en movimiento de una armonía y de una perfección sublimes. Estos ángeles llevan toda clase de cosas en su manos extendidas: copas, flores, cestos. Yo no sabía qué pensar, y me contentaba con mirar y rezar. Mi guardián celeste me explicó:
Mira, los ángeles son mensajeros de Dios,
sus enviados en todo el universo,
los portadores de su luz y de sus gracias.
Por eso, ellos son delegados entre vosotros
y entre las benditas almas del Purgatorio
¿No soy yo, acaso, enviado a ti?
¿Cuál es mi misión?: protegerte, enseñarte,
también abrir tu alma
a las maravillas del Altísimo
y moverte a la oración, a la penitencia,
al sacrificio, a ejercer virtudes.
¿Sabes que cada vez que te abandono,
cuando no me ves cerca de ti,
yo llevo al Cielo un cesto que has llenado
con tus oraciones y buenas obras,
más o menos según el día...
Y lo presento al pie del Trono de Dios.
Otros ángeles presentan a la Majestad Divina
el contenido de este cesto:
de granos de incienso, símbolo de tu adoración;
de rosas, símbolo de tus buenas acciones;
un agua muy pura, símbolo de tus sufrimientos.
El incienso es quemado ante la Majestad Divina,
que extiende sobre vosotros
la misericordia de sus entrañas.
Las rosas se trenzan en guirnaldas
que adornan el Trono de la Trinidad divina,
El agua límpida se recoge en copas de oro:
unos ángeles la presentan a María Inmaculada,
que la mezcla con la unción de su dulzura maternal
y nos manda extender este rocío bienhechor
sobre las almas benditas del Purgatorio.