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LA GLORIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
¡Santa Trinidad, en cuyo seno brillan con esplendor eterno la Divinidad viviente, el Amor y la Sabiduría!
¡Oh Padre, fuente única del poder que es vuestra naturaleza! Vos, a quien es esencial la Sabiduría, en quien la bondad está sin cesar brotando, la caridad es ardiente como el fuego, la santidad es llevada a extenderse sobre todos los seres, la bondad dispuesta a derramarse en todo lo que habéis creado: ¡a Vos alabanza, honor y gloria! A Vos acción de gracias, poder y luz: éste es el anhelo de mi corazón lleno de reconocimiento.
¡Oh Verbo! Vos, que sois el alto cedro del Líbano y que extendéis muy por encima de los querubines las ramas de vuestra divinidad con una majestad soberana, os habéis complacido en buscar hasta en el fondo de este valle de miseria un tallo de hisopo para unirle a Vos por una estrecha alianza y hacer de él vuestra esposa en un amor infinito.
¡Oh Espíritu Santo, Dios amor, nudo de la Santa Trinidad por el amor! Vos descansáis y tomáis vuestras delicias entre los hijos de los hombres, en la santa castidad, que por la influencia de vuestra fuerza y de vuestros encantos florece aquí abajo como la rosa entre las espinas.
¡Espíritu Santo! ¡Amor! ¡Amor! Decidme cuál es el camino que conduce a tan delicioso paraje; dónde está el sendero de la vida que lleva a esas praderas fecundas por el rocío divino, donde se refrigeran los corazones sedientos. ¡Oh Amor! Sólo Vos conocéis este camino que lleva a la vida y a la verdad. En Vos se realiza la alianza llena de delicias que une entre sí a las divinas Personas de la Santísima Trinidad. Por Vos, ¡oh Espíritu Santo!, son derramados sobre nosotros los más preciosos dones. De Vos proceden las semillas fecundas que producen los frutos de la vida. De Vos emana la miel tan dulce de las delicias que no existen más que en Dios. Por Vos descienden sobre nosotros las aguas fertilizantes de las bendiciones divinas, los dones tan amados del Espíritu, pero tan raros, ¡ay!, en nuestra región.
¡Oh Hijo de Dios! ¡Amor! ¡Amor! Preparadme el sendero que lleva a Vos, el sendero del amor hermoso. Atraída hacia Vos por una casta afección, os seguiré en adelante a cualquier parte donde vayáis, hasta aquellas alturas donde reináis y mandáis en la majestad soberana de vuestra divina esencia, hasta en aquella mansión donde, derramando los tesoros de vuestra ternura siempre viva, y conservando las llamas del divino Amor que os consume, guiáis en los cielos los coros brillantes de millares y millares de vírgenes engalanadas con vestidos blancos como la nieve, repitiendo con embriaguez el dulce cántico de las bodas eternas.
Mientras espero, ¡oh Jesús, oh Amor!, guardadme en este valle de miserias a la sombra de vuestra caridad. Y después de la larga duración de este destierro, preservada de toda mancha, conducidme y hacedme entrar en vuestro santuario; dadme un lugar en las filas de ese enjambre virginal. Allí me saciaré con las aguas que brotan de vuestra divina ternura. Allí me hartaré en el gozo de vuestro amor tan dulce. ¡Amén!
¡Amén! Tal sea el grito de todos los seres.
Santa Gertrudis