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DEL REGRESO DE MARÍA HASTA LA ANUNCIACIÓN
[Aunque Ana Catalina siempre recibía estas visiones de la historia de la Sagrada Familia los días de sus fiestas litúrgicas, a veces veía las fechas reales de estos acontecimientos en días diferentes de su fiesta eclesiástica. Así por ejemplo, el día histórico del nacimiento de Cristo lo veía un mes entero antes, es decir el 25 de noviembre, que el año del nacimiento de Cristo coincidió, según contempló ella, con el 10 de Kislev; y por eso vio a San José celebrar quince días después la Fiesta de la Consagración del Templo o de las Candelas, que empezaba el 25 de Kislev, encendiendo luces durante varios días en la Cueva del Pesebre. De aquí se deduce también que vio la Fiesta de la Anunciación un mes antes, es decir, el 25 de febrero.
Ana Catalina contó esto por primera vez en 1821; en aquellos días estaba muy enferma, y por tanto al principio sus narraciones eran algo fragmentarias. Ella ya había contado antes que José no fue a Nazaret inmediatamente después de la boda, sino que primero fue a Belén a arreglar cosas de su familia. Ana y su segundo marido, María y algunas compañeras se volvieron a la finca de Ana en Galilea, que distaba de Nazaret poco más o menos una hora. Ana amuebló para la Sagrada Familia la casita de Nazaret, que también era suya, pero la Santísima Virgen siguió viviendo con ella durante la ausencia de José.
Antes de que Ana Catalina contase cómo contempló la Anunciación, relató dos fragmentos de visiones anteriores cuyo significado únicamente cabe suponer. Todavía muy débil a consecuencia de una grave enfermedad, contó que algún tiempo después de los esponsales de la Santísima Virgen y San José:]
{—He visto una fiesta en casa de Ana.}
Di un vistazo a casa de Ana, donde vi media docena de invitados además de su segundo marido y los moradores habituales de la casa, con algunos niños y José y María, todos reunidos en torno a una mesa en la que había jarras.
La Santísima Virgen llevaba un manto de colores rojo, azul y blanco, salpicado de flores como las antiguas casullas. Llevaba un velo transparente y encima de él otro negro; esta fiesta parecía formar parte aún de los festejos de las bodas.
[De esto ya no contó nada más y solo podemos suponer que este banquete se celebró cuando la Santísima Virgen dejó a su madre al llegar José para ir a vivir con él a la casa de Nazaret. Al día siguiente contó:]
En mi contemplación de esta noche buscaba a la Santísima Virgen y mi guía me llevó a casa de Ana, que ya conozco en todos sus detalles. No encontré en ella a José ni a María y vi que Ana se preparaba para ir a Nazaret, que estaba cerca, donde la Sagrada Familia vivía ahora. Ana tenía un hatillo debajo del brazo para llevárselo a María. Para ir a Nazaret, que está en un cerro, primero atravesó un llano y luego una zona de monte bajo. Yo me fui allí también.
La casa de José no estaba lejos de la puerta de la ciudad y no era tan grande como la de Ana. Estaba cerca de un pozo cuadrado al que se bajaba por unos escalones; delante de la casa había un corralito cuadrado. Ana visitó a la Santísima Virgen y la entregó lo que la había traído. María lloró muchísimo cuando su madre se volvió a su casa, y la acompañó durante un trecho. A San José lo vi en una habitación separada en la parte delantera de la casa.
[Esta información fragmentaria podemos completarla suponiendo que Ana visitó por primera vez en Nazaret a la Santísima Virgen y la llevó un regalo. María, que ahora vivía sola y separada de su querida madre derramó lágrimas de emoción cuando Ana se fue y la acompañó. José todavía estaba allí.]
{—LA CASITA DE NAZARET
La casita de Nazaret que Ana había preparado para María y José pertenecía a Santa Ana, que podía llegar hasta ella desde su casa por caminos apartados sin ser observada, en media hora de camino. La casita estaba en una pequeña colina, ni edificada ni excavada, sino separada de la colina por la parte de atrás a la que llevaba un sendero angosto excavado en la misma roca. En su parte posterior, la casa tenía por arriba una abertura en forma de ventana que miraba a lo alto de la colina; detrás de la casa estaba bastante oscuro.
La parte posterior de la casita era triangular y más alta que la de delante. La parte baja estaba cavada en la piedra; la parte alta era de materiales ligeros. El dormitorio de María donde tuvo lugar la Anunciación del ángel estaba en la parte posterior. Esta pieza tenía forma semicircular debido a los tabiques de zarzos groseramente tejidos que cubrían las paredes posteriores en lugar de los biombos ligeros que solían usarse. Los tabiques que cubrían las paredes tenían dibujos de varias formas y colores; el lecho de María estaba en el lado derecho, detrás de un tabique de zarzo. En la parte izquierda estaba el armario y la mesita con el escabel, y ése era el lugar donde rezaba María.
La parte posterior de la casa estaba separada del resto por la pared del hogar, en cuyo centro se levantaba la chimenea hasta el techo. La chimenea salía por una abertura del techo y terminaba con un tejadillo. Más tarde he visto dos campanillas colgadas al final de la chimenea. A derecha e izquierda del fogón había dos puertecitas con tres escalones que daban al cuarto de María. En las paredes del hogar había varios huecos abiertos con el menaje y otros enseres que aún veo en la casa de Loreto.
Detrás de la chimenea había una viga de cedro pegada a la pared de la chimenea. De este poste vertical salía otro atravesado hasta el centro de la pared trasera; en él se introducían postes por ambos lados; el color de estos maderos erra azulado con adornos amarillos. A través de ellos se veía el techo, que estaba revestido por dentro con hojas y esteras; en los ángulos estaba adornado con estrellas. La estrella del ángulo central era grande y parecía representar el lucero de la mañana. Más tarde he visto allí más estrellas. La lámpara colgaba de la viga horizontal que iba por una abertura exterior de la pared de la chimenea al centro de la pared trasera. Debajo de la chimenea se veía otro poste. Por fuera El techo no era en punta, sino llano y se podía caminar por él pues la azotea estaba resguardada con un parapeto.
Cuando la Santísima Virgen dejó la casita de Nazaret después de la muerte de San José y se fue a vivir a las cercanías de Cafarnaúm, se empezó a adornar la casa, conservada como un lugar sagrado de oración. María peregrinaba muchas veces de Cafarnaúm hasta allí para visitar el lugar de la Encarnación y entregarse a la oración.
Pedro y Juan, cuando iban a Palestina, solían visitar la casita para consagrar en ella, pues se había instalado un altar en el lugar donde había estado el hogar. El armarito que María había usado lo pusieron sobre la mesa del altar como a manera de tabernáculo.}
{—LA SANTA CASA EN LORETO
He visto muchas veces el traslado de la santa casa a Loreto. Yo no lo podía creer, a pesar de haberlo visto varias veces en visión. La he visto llevada por siete ángeles que se cernían sobre el mar con ella. No tenía piso, y en lugar de suelo tenía un fundamento de luz y claridad. Por ambos lados tenía como agarraderas; tres ángeles la sostenían por un lado y tres por el otro para llevarla por los aires. Uno de los ángeles volaba delante arrojando una gran estela de luz y resplandor. Recuerdo que llevaron a Europa la parte posterior de la casa con el hogar y la chimenea, el altar del apóstol y la pequeña ventana. Me parece, cuando pienso en ello, que las demás partes de la casa estaban pegadas a esta parte y se quedaron casi en estado de caerse por sí solas. Veo también en Loreto la cruz que María usaba en Éfeso; está hecha de varias clases de madera. Más tarde la poseyeron los apóstoles; por medio de esta cruz se obran muchos prodigios. Las paredes de la santa casa de Loreto son absolutamente las mismas de Nazaret. Las vigas que estaban debajo de la chimenea son las mismas. La imagen de milagrosa de María está ahora sobre el altar de los apóstoles.}