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22 julio 2024

El Purgatorio. Una revelación particular. Anónimo.

El ejercicio de la caridad en el Purgatorio

¡Fuego y oración ardiente, encendida! Hasta aquí he conocido una gran luz y una paz inefable, ahora mi alma está sumergida por la gracia de Dios en un fuego de amor devorador. Mi Santo Ángel está aquí y yo le he preguntado: «Al fin se ha realizado. ¿Cuándo en­traré en el Cielo?» No me respondió y yo suspiré. A mi alrededor, miles de almas abrasadas de amor. Una luz dulce nos rodea como un fuego extremo. Yo estoy en un júbilo total, y mi alegría aumenta más cuando el Ángel dice:

Esto es la Antesala del Cielo,
es el culmen del Purgatorio;
Aquí es donde las almas están sumergidas
en la pura atracción del Amor divino.
Aquí también es donde los sufrimientos son más vivos y más intensos
.

¡Qué alegría! Aquí se sufre por amor, se sufre de amor, ya que está aquí la promesa del don del amor. Hay una gran nube resplandeciente sobre estas almas, en la que algunas están a veces elevadas, y explosio­nes de dicha y de júbilo en el Purgatorio. ¡Estas almas acceden a la visión beatífica; ellas entran en el Cielo! Se sufre de amor, se ama este sufrimiento ardiente; el alma toda transportada de amor está presa de im­paciencia amorosa por ver a Dios, por poseerle. Sus­pira, languidece de amor: no puede expresar este amor más que con una oración encendida de acción de gra­cias, júbilo, alabanzas a la santidad de Dios, a su mise­ricordia que la ha salvado, y a su justicia que la ha pu­rificado. Mi alma no puede experimentar este misterio de la caridad en el Purgatorio más que de manera glo­bal, general, en este fuego de amor ardiente. Y el Ángel me aclaró y me explicó esta gran caridad del Purgatorio:

En el Purgatorio, las almas benditas están inundadas por el Amor de Dios, y disfrutan de este Amor infinito. Están vueltas hacia Dios, le aman perfectamente y lo manifiestan en el agradecimiento: dan gracias por haberse salvado, por haber sido confirmadas en gracia, y ser de ahora en adelante, impecables, capaces de dar gloria a Dios en espíritu y verdad.
Y esto les causa un júbilo maravilloso,
están como arrebatadas de amor;
sólo en el Cielo disfrutarán del Amor
en su plenitud radiante,
en una unión íntima con Dios Amor.
Pero existe todavía el deseo, en el Purgatorio
este deseo impide la plenitud del Amor;
en el Cielo ya no hay más deseo,
es la posesión del Amor
.

Veo este Amor abrasando a las almas benditas; este fuego mismo del Purgatorio es el Amor divino que lo invade todo, que lo abrasa todo. En el Purgatorio, las almas están todas entregadas al Amor divino, están, por así decirlo, como ascuas abrasadas por el Amor de Dios pero que no son consumidas por este Amor: El Purgatorio es, de alguna manera, este Amor de Dios que no se consume, que termina su obra en las almas que son entregadas a Él.

Veo igualmente que las almas del Purgatorio aman a Dios y al prójimo mucho más perfectamente que nosotros: aman a Dios por encima de todo, a Dios en sí, por Él mismo, y nos aman en Él, porque nos descubren en Él, y nos ven en Él, objetos de Su Amor infinito. Ellas nos aman en una viva luz de verdad y de pureza. Aquí abajo, amamos más fácil­mente, por regla general, a nuestros hermanos, des­pués a Dios en ellos, porque estamos muy limitados por nuestras debilidades, nuestra sensibilidad, nues­tra falta de fe: las exigencias del Amor son otras para nosotros, el amor que damos al prójimo debe ser el signo, la manifestación del amor que debemos tener a Dios, y nosotros no podemos medir nuestro amor por Dios más que con las manifestaciones de nuestro amor al prójimo.

En el Purgatorio «Amarás al Señor tu Dios...» es el primer mandamiento. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» es el segundo mandamiento. Las benditas ánimas del Purgatorio se aman unas a otras en Dios, y ellas nos aman en Dios, permanecen estrechamente unidas a nosotros por este amor. Para manifestar su amor tanto hacia Dios como hacia todas las almas del Purgatorio y a la Iglesia militante, rezan. Rezan las unas por otras, alegrándose de ver que tal o cual alma termina su pena y entra al Cielo; rezan por los difuntos que llegan al Purgatorio y por nosotros aquí abajo; in­terceden por nosotros tanto como Dios lo permite, nos asisten e incluso nos ayudan. La oración de las almas del Purgatorio es intensa, continua y gratuita: ellas ya no merecen por ellas mismas ni por los otros.

El Purgatorio es un mundo de oración, y la oración es un lenguaje de amor, por tanto, el Purgatorio es un mundo de amor. Por eso está establecido en la paz, la armonía y el orden que son frutos de Dios, del Amor. Las almas están todas entregadas a la Pura Voluntad divina, que es Voluntad del Amor. Y por este reino de amor en el Purgatorio, puedo decir que no hay mayor alegría —excepto la de estar en el Cielo— que encon­trarse en el Purgatorio, y contemplo este mundo de amor y de oración donde todas las benditas almas, ante todo, rezan a Dios para glorificarle, dando testi­monio de gratitud y de agradecimiento; y, en Su Amor, rezan por nosotros. Tales son las grandes ver­dades que me han sido reveladas este día. Volví en mí, el cuerpo roto, agotado, el alma todavía invadida de Amor.