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17 junio 2024

El Purgatorio. Una revelación particular. Anónimo.

El estado de las almas del Purgatorio

A lo largo de la oración de la tarde, mientras medi­taba algunos puntos del Evangelio, vi de pronto a mi Ángel aparecer ante mí en una viva luz, y dijo con fuerza: «¡Alabado sea Jesucristo!» Yo respondí según la costumbre, entonces él continuó:

Nuestro Dios muy Santo quiere concederte hoy conocer el estado de las almas que se encuentran en el Purgatorio, para que sepas rezar por ellas, y ayudarlas así más eficazmente.

Él tendió la mano hacia una luz viva, y vi en esta claridad como diamantes recubiertos por una ganga oscura; un rayo de fuego golpeaba esta ganga y la ilu­minaba progresivamente, descubriendo las gemas pre­ciosas que brillaban con todo su resplandor y pureza. Mientras yo contemplaba esto, el Ángel dijo:

Esta imagen puede hacerte comprender
el misterio de las almas del Purgatorio.
Un alma que está en el Purgatorio
se encuentra estática
en su grado de santidad y de Amor:
está confirmada en gracia, y es santa.
Su caridad no crece más,
ella se descubre en su plenitud y se expande.
Por esta razón ves a las almas
como diamantes perfectos, puros,
resplandecientes.
En el juicio particular,
el alma es despegada de todo pecado
y de toda imperfección;
sólo permanece la deuda de su pecado,
es decir la pena que ella debe soportar y expiar.
Esta pena está simbolizada por la ganga oscura
que recubre el diamante,
porque la pena no atañe al alma ni la hiere;
pero la obstaculiza
y le causa sufrimientos expiatorios.
La pena está sobre el alma, no en ella,
aunque el alma sienta sus efectos.
El fuego del Amor divino,
que golpea el alma atrayéndola,
consume la pena produciendo
el sufrimiento de expiación.
Esta acción del fuego
proporciona el peso de la pena,
que constituye el sufrimiento mismo del Purgatorio
.

El alma descubría su esplendor propio: progresiva­mente, con una combustión continua, la ganga se fun­día y desaparecía, y el diamante era, poco a poco, purificado y elevado en toda su perfección. En el Pur­gatorio, un alma es un diamante perfecto que está como envuelto por la ganga de su pena; ésta, bajo la acción del fuego divino, disminuye sin cesar para, fi­nalmente, desaparecer por completo... El Ángel conti­nuó su enseñanza:

En el Purgatorio el alma es conformada en la caridad perfecta y sometida a la Pura Voluntad divina: está unida en su consentimiento libre y total al deseo de amor de Dios sobre ella. Su único deseo es hacer la Voluntad de Dios, ella no tiene otra voluntad que este Puro Deseo. El alma entra por sí misma en el Purgatorio, porque ella es, de alguna forma, empujada por su amor

a la gloria de Dios, por su santidad y su justicia
.

Yo vi de forma intelectual que las almas del Purga­torio conocen una cierta forma de felicidad, de dicha, porque son felices por dar gloria a Dios, situando esta gloria por encima de su interés propio e inmediato, porque ellas aceptan e incluso acogen con alegría y amoroso agradecimiento la expiación de sus pecados. Mi ángel precisó entonces:

Esta dicha de las almas es como un gusto anticipado de la santidad eterna. Las almas del Purgatorio no están resignadas sino totalmente absortas por Dios

y muy activas en el servicio de su Nombre, de su glorificación,

aunque esto suponga un gran dolor para ellas. Tienen la seguridad de que el Purgatorio no es eterno

y que esto les permitirá la visión definitiva de Dios. Mira, en el Purgatorio el dolor de las almas causa también su dicha, y su felicidad es igualmente su pena
.

No se puede comprender esto sin maravillarse. Es­tas almas son santas, están entregadas al Amor de Dios, poseídas por el Amor divino, al que no oponen ninguna resistencia, aunque la acción divina en ellas les sea muy dolorosa. Es una llama de amor, terrible tormento, al lado del cual los peores sufrimientos de nuestra vida en esta tierra no son nada. Yo he visto que bajo la acción del fuego divino que elimina la ganga, a medida que se va cumpliendo la pena, el alma no ad­quiere un resplandor superior al que ella posee ya al entrar en el Purgatorio, pero cubre este resplandor pro­pio que está como velado por la ganga. Después el Ángel de la Guarda me dijo:

Las almas del Purgatorio están fijas en el grado de santidad
y de perfección que será eternamente
el suyo en el Cielo,
y que es, de alguna manera,
la medida de su grado de gloria en el Cielo:
no hay en ellas ninguna mancha moral,
ninguna impureza,
están confirmadas en gracia e impecables
.

Después, tuve otra visión: vi a las almas del Purga­torio inmersas en un fuego, en una luz viva, en una ola ardiente que estallaba. El Ángel me explicó:

Las almas están sumergidas en las llamas del Amor.
Están unidas en este fuego
en la caridad divina que las atrae,
las inflama, las ilumina:
el Purgatorio es el Reino de la divina Caridad.
Por esta inmersión en el Amor divino,
las almas son entregadas a la caridad
que ejercen con perfección,
tanto hacia Dios como entre ellas,
y también hacia vosotros en la tierra.
En la luz del Amor divino, ellas se conocen entre sí,
y se saben unidas, y atraídas todas por Dios,

Y en esta luz, Dios se comunica a ellas, acrecentando su felicidad y atrayéndolas hacia la visión beatífica; este fuego de amor, esta luz de caridad divina son verdaderamente santificantes, porque abren poco a poco las almas al cumplimiento en plenitud de su deseo de Dios sobre ellas
.