Página inicio

-

Agenda

11 junio 2024

Ignacio Domínguez. El Salmo 2. Ed. Palabra, Madrid, 1977

«Quare»? ¿Por qué?

Queja amorosa de Dios


En la liturgia de Semana Santa, la vibración piadosa de la Iglesia pone en labios de Jesús una queja dolorosa: «Pueblo mío, ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he contristado? Yo te saqué de Egipto, te guie durante cuarenta años por el desierto, te alimenté con maná, y te introduje en una tierra excelente...: Tú, en cambio, preparaste una cruz para tu Salva­dor. ¿Qué más pude hacer por ti? Yo te plan­té como viña escogida...: Tú, en cambio, en mi sed, me diste vinagre y no vino. ¡Viña mía, qué amarga te has vuelto conmigo!»

Y todo eso, ¿por qué? No hay respuesta.

¿Por qué se amotinan las naciones y los pue­blos trazan planes vanos? ¿Por qué? ¿Por qué? Tampoco aquí hay respuesta.

Es de bien nacidos ser agradecidos

En este sentido, puede ser ilustrativo el apólogo de Androcles y el león. Dicen que en Roma, en tiempos de los Césares, hubo un león que, cierto día se clavó una espina en la pata; así sufriendo fue hallado por un campesino que se apiadó de él y se le acercó arrancándole la espina y curándole la herida. Pasó el tiempo, el león fue apresado y traído al circo romano. También Androcles fue apresado: ¿el motivo?: que era cristiano; ¿el cas­tigo?: ser arrojado a las fieras en el circo, para diversión de los ciudadanos.

Salió furioso el león, pero se paró en seco: re­conoció a Androcles.

Toda su ferocidad se diluyó: manso, se acercó al campesino, y empezó a lamerle los pies.

Conocida la causa, Androcles fue perdonado; y para memoria del agradecimiento de aquel león, se mandó esculpir en bronce: «Grata cum sint ani­malia, debet potius esse homo». Siendo agradeci­dos los animales, mucho más debe serlo el hom­bre.

Reges, intelligite..., erudimini, qui indicatis terram..., aprehendite disciplinam... Sed santos, no os hagáis daño, no os empeñéis en dar coces con­tra el aguijón, nequando irascatur Dominus et pereatis de via iusta.

Realmente hay que pararse a pensar. «Grata cum sint animalia...». Hay que hacer examen de conciencia, ir al porqué último de las cosas apu­rando la verdad: ¿Por qué nuestra vida no es concorde con nuestra fe?, ¿por qué perdemos tantas veces la visión sobrenatural?, ¿por qué no valora­mos en toda su dimensión la vida de la gracia?, ¿por qué, de una u otra manera, nos levantamos adversus Dominum et adversus Christum eius, queriendo salir con la nuestra? ¿Por qué...?

Reacciona. Oye lo que te dice el Espíritu San­to: «Si inimicus meus maledixisset mihi, sustinuissem utique» —si mi enemigo me ofende, no es extraño, y es más tolerable. Pero tú... «tu vero homo unanimis, dux meus et notus meus, qui simul mecum dulces capiebas cibos»— tú mi ami­go, mi apóstol, que te asientas a mi mesa y comes conmigo dulces manjares! » (Camino, 244).

Tú... Tú... ¿Por qué?

Esta pregunta la hace Dios hoy, y traspasa el alma de ternura... Quare?... Quare?...

Llenos de dolor —dolor de Amor— acabamos esta meditación con un acto de agradecimiento —grata cum sint animalia, debet potius esse ho­mo— sabiendo que Dios nos perdona, que nos recibe de nuevo, que nos abraza otra vez y nos susurra al oído: Filius meus es tu: ego hodie genui te: tú eres hijo mío: yo te he engendrado hoy.

Y si parece que faltan las fuerzas, es la hora de acudir a la Virgen.

Sí, «¿por qué no se lo dices a tu Madre: "consolatrix afflictorum, auxilium christianorum, spes nostra, regina apostolorum"?» (Camino, 244).