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14 mayo 2024

Comentario al Salmo II. María Luisa Couto-Soares. El Salmo 2. Rey de reyes, Señor de señores. Ed. Palabra, FMC 464

Es pues misión del cristiano proclamar y exten­der este reinado de Cristo, con la perfecta concien­cia de que no está haciendo algo suyo, personal, es­trictamente humano, sino realizando una misión di­vina: instaurare omnia in Christo, según el lema que San Pablo proponía a los cristianos de Éfeso. Todo el eje de la vocación apostólica de los cristianos, como escribe Mons. Escrivá de Balaguer, está en «in­formar el mundo entero con el espíritu de Jesús, co­locar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Ioh XII, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con su Encar­nación, con su vida de trabajo en Nazareth, con su predicación y milagros por las tierras de Judea y de Galilea, con su muerte en la Cruz, con su Resurrec­ción, es el centro de la creación, Primogénito y Se­ñor de toda criatura» (Es Cristo que pasa, n. 105).

La gran mayoría de los cristianos están llama­dos a realizar su misión en medio del mundo, de sus quehaceres terrenos. Así puede llegar Cristo a pene­trar en todas las encrucijadas de la tierra, en todos los ambientes, en todas las ciudades y en los cam­pos. Somos nosotros, los cristianos, los que hemos de elevar la temperatura espiritual a nuestro alre­dedor. No basta procurar que no haya conflictos, di­ficultades, líos. No podemos adaptamos al ambien­te, porque somos nosotros los que hemos de trans­formar ese ambiente. Sería muy fácil ceder, acomo­darse, hacerse a la mentalidad y la opinión general. Un cristiano que viva su fe con coherencia, con to­das sus consecuencias prácticas, hoy día, es necesa­riamente una persona que llama la atención. ¿Qué hacer? ¿Camuflar cautelosamente su fe y sus prin­cipios y comportarse como la hacen todos? ¿Silen­ciar las verdades de su fe, para no crearse conflic­tos, malentendidos y discusiones? ¿Adoptar una na­turalidad falsa para no chocar con los demás? Tran­sigir en cuestiones que dicen respecto a la fe y a la moral cristianas, es actuar como una persona sin fe y sin moral, bajo el falso pretexto de la naturalidad.

«"Y ¿en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, no parecerá pos­tiza mi naturalidad?", me preguntas.

- Y te contesto: Chocará sin duda, la vida tuya con la de ellos: y ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido» (Camino, n. 380).

Nos acordamos de nuevo de todo cuanto dijo el Señor sobre la levadura que hace fermentar toda la masa, de aquellas escenas de pesca junto al mar de Tiberiades, con un puñado de hombres rudos, Pe­dro y Andrés llevando las barcas, una noche entera, sin resultado -como nuestros tiempos de aparente esterilidad, en los que no vemos el fruto-; y des­pués, el Señor que aparece y se mete en la barca, en nuestra barca, de madrugada, cuando ya sacaban las redes, vacías de peces: «Guía mar adentro, y echad las redes para la pesca», dice con autoridad Jesús, que sabe de redes y de pesca mucho más que sus Apóstoles. Y San Pedro, no obstante la noche va­cía, en el nombre del Señor lanza las redes con fe, con confianza total. Y cuando sacó las redes, era tanta la cantidad de peces, que tuvieron que llamar a la otra barca, para que la red no se rompiera.

Así es el apostolado del cristiano: con Cristo rei­nando, con Cristo al timón de nuestra pobre barca, con Cristo dominando los mares y los confines de la tierra, nosotros, que no somos nada, lo podremos todo. Tendremos un Rey, un Señor, un Padre, un Hermano, un Amigo a quien queremos amar y ser­vir con toda nuestra vida porque su Reino es un Rei­no sempiterno; y todos los reyes le servirán y le acatarán.