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21 abril 2024

Bernadot. De la Eucaristía a la Trinidad.

CONSERVAR Y PERFECCIONAR LA UNION

¿Cómo se debe trabajar?
.— Es esencial notar que yendo Jesús a sus trabajos permanecía con el Padre. Sería cometer un grosero error creer que, al dejar Jesús a Nazaret para abrazar su ministerio apostólico, disminuyó el tiempo que acostumbraba consagrar a la oración. No, su vida activa nunca ha perjudicado a su vida contemplativa. En las profundidades de su santa alma subsistía siempre el mismo fondo íntimo y permanente, la contemplación y el amor de su Padre, sobre el cual se apoyaban todos sus estados y florecían todos sus misterios. La parte que consagró a su Padre durante los treinta años de su vida privada fue más exclusiva, pero no más abundante que la que le consagró durante su vida pública. Al dejar a Nazaret añadió duros trabajos, pero no abandonó nada de su vida íntima.

Así, nosotros, en nuestros trabajos, debemos permanecer con Dios. Suprimamos, cuanto nos sea posible, las diferencias entre el tiempo de la oración y el tiempo del trabajo. Siempre debemos conversar con nuestros Huéspedes interiores. Todo lo que hagáis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, dando por medio de El gracias a Dios Padre.

Poco importa el género de trabajo: suframos o estudiemos, hablemos o comamos, pero nunca cesemos de amar a Dios.

Si se trata de hacer bien al prójimo, no abandonemos a Dios por ir a nuestros hermanos, sino, más bien, llevemos a Dios a nuestros hermanos. Acordémonos de la ley fundamental que gobierna la acción cristiana: todo apostolado que no tiene su raíz en una abundante contemplación es infecundo y hasta puede hacerse perjudicial al que lo ejerce. Toda vida activa que se desarrolla con detrimento de la vida interior va contra la voluntad de Dios. Que nunca la parte que se da al prójimo disminuya la que se debe dar a Dios; que nuestra acción no se separe de nuestra contemplación, sino que sea nuestra contemplación la que se exteriorice y se expansione en el alma de nuestros hermanos.

Por lo tanto, si alguno, llevado por un exceso de actividad, aunque sea con intención de caridad fraterna, ha acrecentado sus ocupaciones y se ha impuesto trabajos que le hacen perder habitualmente el recogimiento interior y ahogan su vida íntima, que procure recogerse acordándose de las palabras de San Bernardo: Maledicta occupatio quae te retrahit a Deo: «¡Maldita sea la ocupación que te aleja de Dios!»

En la Iglesia la acción es necesaria, pero lo es más la contemplación.

* * *

¡Padre santo! Por este amor por el cual habéis reflejado sobre mí la luz de vuestro rostro, concededme que adelante en Vos en toda suerte de santidad y de virtud.

¡Oh Cristo, oh Jesús! Por este amor que os ha llevado a rescatarme con vuestra propia sangre, revestidme de la pureza de vuestra santísima vida.

¡Oh divino Paráclito! Vos, cuyo poder es igual a la santidad, por este amor que os ha llevado a encadenarme a Vos cuando me habéis impuesto un nombre todo espiritual, concededme que os ame con todo mi corazón, que me adhiera a Vos con toda mi alma, que agote todas mis fuerzas amándoos y sirviéndoos, que viva según vuestra intención, y, dispuesta por Vos, sea admitida a la hora de mi muerte, con un vestido sin mancha, a las bodas divinas que preparáis.

Santa Gertrudis