Página inicio

-

Agenda

13 abril 2024

Santa Ana Catalina Emmerick. La vida oculta de la Virgen María.

UN VISTAZO A SIMEÓN Y HANNA

En Jerusalén vi que el viejo sacerdote Simeón, que vivía en el Templo, se despertó a causa del griterío rabioso que hacían los enajenados y posesos, muchos de los cuales estaban encerrados en un edificio de una de las calles junto a la montaña del Templo, del que Simeón, que vivía cerca, era inspector.

A eso de medianoche lo vi entrar en la plaza delante de la casa de los posesos, y preguntó a uno que vivía allí la causa del rabioso griterío con que estaba despertando del sueño a todos. El interpelado gritó aún más fuerte que tenía que salir y Simeón le abrió la puerta. El poseso se precipitó afuera y Satanás gritó desde él:

—¡Tengo que salir! ¡Tenemos que salir! ¡Ha nacido una virgen! ¡Ahora están en la Tierra muchos ángeles que nos atormentan! Los que ahora tenemos que salir ya nunca podremos poseer un ser humano.

Simeón rezó ardientemente; el pobre hombre fue arrojado de un lado a otro de la plaza de un modo terrible y vi que el demonio salió de él.

Me alegré mucho de ver al anciano Simeón. También se despertaron en el Templo la profetisa Hanna y Noemí, hermana de la madre de Lázaro, que fueron instruidas en visión del nacimiento de una criatura elegida. Ambas se reunieron y compartieron sus experiencias; pienso que conocían a la madre Santa Ana.

ANUNCIO DEL NACIMIENTO DE MARÍA A LOS CALDEOS

La noche que nació María vi que cinco sibilas o jóvenes profetisas tuvieron visiones en una ciudad de los caldeos, y que se apresuraron a contarlas a los sacerdotes. Luego éstos anunciaron en muchos lugares de alrededor que las sibilas habían visto que había nacido una doncella que muchos dioses habían bajado a saludarla a la Tierra, y que otros espíritus huían y se afligían delante de ella.

Vi también que los hombres que observaban los astros desde que María fue concebida vieron en una estrella la imagen de una doncella que llevaba trigo y uvas en una balanza equilibrada, pero a la hora del nacimiento de María dejaron de divisarla en la estrella; era como si hubiera salido de ella, en la estrella apareció un hueco, y fue como si la propia estrella descendiera hacia determinada comarca.

Entonces mandaron hacer y colocaron en el templo el ídolo grande que tenía relación con la Santísima Virgen y que vi allí en mis contemplaciones de la predicación itinerante de Jesús³.

Más adelante también pusieron en el templo el Huerto Cerrado, otro símbolo de la Santísima Virgen. En este templo he visto cuidar o descansar animales vivos, no sé si perros, a los que daban otros animales para comer.

Hasta entonces, en este templo de los Reyes Magos siempre había visto por las noches una maravillosa iluminación; mirando a lo alto se veía un cielo estrellado con diversas constelaciones, y según las visiones que distinguían en ellas hacían cambios en el firmamento artificial del templo. Así pasó después del nacimiento de María. Por cierto que la iluminación que había hasta entonces pasó a ser de fuera hacia adentro.

ACONTECIMIENTOS EN EGIPTO CUANDO NACIÓ MARÍA

Cuando nació la Santísima Virgen se tiró al mar aquella imagen de mujer alada con una balanza en la mano que se inclinaba sobre un niño en una barquilla que descansaba en un arbolito. Estaba en un templo de una isla del río, donde la vi erigir mucho antes de Elías por lo que un ídolo se vio obligado a decir. El arbolito sobre el que descansaba el niño en la barquilla, siguió en pie. Más tarde se erigió allí una iglesia.

En el instante en que nació María también se cayó del techo del templo parte de aquella otra imagen de mujer con tres pechos que vi poner en Egipto en el techo de un templo cuando el mensajero de Elías anunció su profecía de que había que esperar una virgen. La cara, los tres pechos y todo el bajo vientre cayeron y se destrozaron, pero la corona de la cabeza en forma de artesa, los brazos con espigas de trigo, el tronco y las alas no se cayeron.

VISITAS A LA NIÑA MARÍA RECIÉN NACIDA

El 9 de septiembre, segundo día después del nacimiento de María, vi en la casa varios parientes de la comarca. Oí muchos nombres que he vuelto a olvidar. También vi llegar a varios criados de Joaquín que venían de pastizales alejados. A todos les mostraron la recién nacida y estaban muy contentos; hubo un alegre banquete en casa.

Los días 10 y 11 de septiembre, otra vez vino a ver mucha gente a la Niña María y entre otros, los parientes de Joaquín del Valle de Zabulón. En esta ocasión llevaron al bebé en su moisés a la parte delantera de la casa, donde quedó expuesta a las miradas de la gente en un caballete elevado que recordaba un aserradero. El bebé estaba vestido de rojo y encima blanco transparente, y con un velito transparente en torno al cuello. La cubierta del moisés era roja y blanca.

María Cleofás, la hijita de dos o tres años de Cleofás y de la primogénita de Ana, jugaba con la Niña María y la acariciaba; era una niña gordita y fuerte que llevaba un vestidito sin mangas, de cuyo borde rojo colgaban botones rojos como manzanitas. En sus bracitos desnudos llevaba guirnaldas blancas como de plumas, seda o lana.

LA CRIATURA RECIBE EL NOMBRE DE MARÍA

[22 y 23 de septiembre:]

Hoy hubo fiesta grande en casa de madre Santa Ana. Despejaron todo, lo pusieron a un lado, y en la parte delantera de la casa quitaron todos los dormitorios separados con zarzos para convertirla así en una gran sala. Todo alrededor de la sala había muy cerca del suelo una tabla larga y baja con todo lo necesario para una comida. Vi varias clases de utensilios para comer en los que nunca había reparado antes. Encima de la mesa había vasijas muy ligeras y caladas por arriba que quizá fueran para poner flores. Parecían cestas. En una mesa auxiliar vi muchos palillos que parecían de hueso, cucharas en forma de concha honda con asa terminada en un aro, y tubitos rizados que quizá fuesen para sorber algo ligero.

En el centro de la sala estaba instalada una especie de mesa de altar cubierta de rojo y blanco sobre la cual había una cestita en forma de artesa, trenzada en blanco y rojo y cubierta con un tapete azul celeste. Junto al altar había un atril revestido que tenía varios rollos de pergamino de oraciones.

Delante del altar estaban cinco sacerdotes de Nazaret, todos con vestiduras litúrgicas; la de uno de ellos era extraordinaria. Joaquín estaba con ellos. En el espacio detrás del altar estaban varias mujeres y hombres de la parentela de Joaquín y Ana, todos vestidos de fiesta; recuerdo a Maraha de Séforis, hermana de Ana, y a la hija mayor de Ana. Por cierto, la madre Santa Ana había dejado el lecho pero permanecía en su cuartito de detrás del fogón y no compareció durante la ceremonia.

Enué, la hermana de Isabel, sacó a la Niña María fajada de rojo y blanco transparente hasta los brazos y la puso en los brazos de Joaquín. Los sacerdotes se acercaron al altar en torno a los rollos de oraciones y rezaron en voz alta; dos de ellos sostenían la cola al sacerdote principal. Acto seguido Joaquín le puso la niña en las manos, y el sacerdote principal la elevó en alto ofreciéndola y luego la puso en el moisés sobre el altar. A continuación tomó unas tijeras de pinza que tenían una cajita en el extremo como esas tijeras de despabilar las velas que empujan y meten en una cajita lo que cortan. Las tijeras no tenían eje como nuestras tijeras corrientes, sino solo un fleje como las tenazas de la lumbre o las tijeras de esquilar.

Con este instrumento le cortó tres rizos del pelo a cada lado y uno en el centro y los quemó en el brasero. Después tomó una cajita con óleo y ungió los cinco sentidos de la criatura: con el pulgar la hizo una raya de óleo en las orejas, ojos, nariz, boca y la boca del estómago. También escribió el nombre de María en un pergamino y se lo puso en el pecho. Luego devolvió el bebé a Joaquín, que se lo pasó a Enué quien se lo devolvió a Ana. Todavía cantaron algunos salmos más, tras lo cual comenzó el banquete, pero eso ya no lo vi.