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11 marzo 2024

El Purgatorio. Una revelación particular. Anónimo.

El sentido de las gracias que recibes

Al terminar las oraciones de la tarde, vi aparecer ante mí a mi santo Ángel de la guarda. Una cruz de fuego rojo adorna su túnica, con un brillo insostenible, rojo vivo como la sangre. Comprendo que debo inten­sificar mi pobre oración y prepararme para nuevos su­frimientos. Me dice:

¡Alabado sea Jesucristo!
Uno muy próximo a ti esta todavía
en el Purgatorio,
reza y pide que recen por su liberación;
lo desea vivamente la Santísima Virgen.
Si ella pudiera, vaciaría todo el Purgatorio
de una sola vez,
Si rezáis y ofrecéis sacrificios,
esta alma será liberada el Viernes Santo
.

Estas palabras me turbaron, eso me parece tan cer­cano y tan lejano a la vez que no sé qué decir. Pero es que el tiempo no existe después de la muerte, bueno, no como lo entendemos aquí. Es verdaderamente otra cosa. Pregunto al Ángel si este hombre tiene mucho que sufrir y que hacer. El Ángel me contesta:

Sí, sufre mucho, cada vez más, porque está cerca de su liberación. Pero es un sufrimiento de amor, ya lo sabes. Reza, ofrece tus misas por él, di a menudo la oración «Oh, mi amado y buen Jesús», especialmente después de comulgar. ¡Sobre todo haz penitencia!

El ayuno y la penitencia son grandes recursos
para las benditas almas del Purgatorio.
Pero para estas mortificaciones
debes pedir la autorización de tu Padre...
Mortifica tus sentidos,
sobre todo los ojos y la lengua,
ya que Dios necesita de almas interiorizadas
y silenciosas.

Guarda tus penas y tristezas sólo para Jesús, no se las digas más que a El. No causes pesar a tus hermanos, debes ser un alma de alegría en la cruz. Y ya que conoces las faltas de esta alma, repara ejerciendo las virtudes que les son opuestas, que les serían inversas, si puedo decir...


Veo a esta persona en unas llamas claras. Les digo a mi Ángel y a esta persona que a veces no sé qué hacer, porque tengo miedo de equivocarme, de ser víctima de mi imaginación. El Ángel me mira muy severamente, y también esta persona, que me dice con firmeza:

¡Bueno! Sabes lo que tienes que hacer.
Debes amar mucho, orar mucho,
callar sobre los dones de Dios,
y ante todo, mantenerte
en la obediencia a tu Padre.
¡No cedas al desaliento!
Que tu desgana no nos sea perjudicial;
necesitamos vuestras oraciones, vuestro socorro,
para nosotros mismos, pero sobre todo para Dios.
Ya que es un deber para vosotros,
eso glorifica al Señor
.

Esta amonestación me sacudió y me tranquilizó al mismo tiempo. Y la persona prosiguió con mucha fir­meza y dulzura:

No debes preguntar nada:
Dios sabe lo que hace en ti...
Entrégate, y deja que haga en ti por su gracia
lo que quiere.
Te da estas gracias para que las comuniques a la Santa Iglesia.
Dios quiere servirse de eso para el bien,
para despertar almas adormecidas,
para recordar a los hombres
encerrados en el egoísmo
que sus vidas no se terminan aquí en la tierra,
sino que se desarrollan plenamente
después de la muerte corporal.
Actualmente poco se piensa en el Purgatorio,
se duda casi de su existencia,
como de la del infierno;
¡a ti, te toca decir que el Cielo, el Purgatorio
y el infierno existen!
¡Sí, el infierno existe, el infierno existe,
y desgraciadamente no está vacío!


Durante un segundo me fue mostrado este misterio del infierno. Creí morir de la impresión. No digo nada más. Mi Ángel me sostuvo, y el alma continuó ha­blando:

Dios, que es todo Bondad,
ha querido sin embargo dar a conocer
este gran misterio del Purgatorio de su amor.
Varios santos, instruidos por la Sabiduría divina
y colmados de las luces de su Verdad,
han enseñado y escrito
sobre este misterio de amor,
para glorificar al Señor en su misericordia,
para alumbrar las almas y avisarlas,
para suscitar en la Santa Iglesia más oraciones
y sufragios en nuestro favor
.

Esa persona se calló, levantó radiante los ojos al Cielo, y siguió diciendo, con tono grave:

Escucha bien lo que te digo.
Es la razón misma de las gracias que recibes,
Dios te las da a manos llenas,
a pesar de tu indignidad,
porque se ha apiadado de tu miseria.
La contemplación de este gran misterio,
la consideración de la misericordia
y de la justicia de Dios,
la meditación de las realidades últimas,
deben ser para vosotros una escuela y un ejemplo,
ya que vuestro deber es esforzaros para ser santos,
prepararos para entrar en la Casa de Dios
al morir aquí abajo.
Es para estimularte y estimular a las almas a la santidad,
para lo que se te dan todas estas gracias,
para lo que se te dan en abundancia
estas enseñanzas.
Sí, debéis ser santos:
Dios os quiere santos,
allí está vuestra verdadera felicidad.
Todos los medios que os da Jesús en la Iglesia,
¡sabed utilizarlos, sacarles provecho!
Todo esto se dice y se muestra
para que las almas se enardezcan de amor,
para que se consuman por Dios,
no teniendo otro deseo que su sola Voluntad.
Haced todo para evitar el Purgatorio:
no por miedo, sino por amor.
Orad por nosotros, que no hemos sabido evitarlo,
sin escoger a nadie en particular,
fuera de aquellos por los que
tenéis la obligación de rezar;
confiad todo a la Madre de Toda Bondad,
la celestial Tesorera:
ella repartirá los sufragios
según la Voluntad de Dios.
Voy a decirte cuáles son los medios más eficaces
para no ir al Purgatorio:
no buscar más que una sola cosa en todo,
la gloria de Dios,
estar perfectamente libre de afecto
hacia todas las criaturas,
y querer hacer solamente la Voluntad de Dios,
disponerse a morir con amor,
ejercitarse en las virtudes de la obediencia,
humildad, discreción,
y llevar el escapulario de la Reina del Carmelo.
De hecho, es el programa de vuestra vida aquí abajo.
Deberíais leer algún buen tratado
sobre el Purgatorio para saberlo,
ya que no hay nada nuevo en todo esto.
¿Pero quién se toma ese tiempo ahora?
¿Sabes que hay una forma de gula espiritual
que consiste en leer solamente
lo que trae al alma
consolación y gustos sensibles?
Muchas personas piadosas
no quieren leer más que lo que les gusta,
bajo el pretexto de que eso les conviene.
Pero lo que les gusta pocas veces es lo mejor
y al darse gusto así espiritualmente,
cae uno rápidamente en la complacencia
.

Dejó de hablar y me sonrío. Nunca he leído otra cosa más que el Tratado sobre el Purgatorio de Santa Catalina de Génova, y entendí que esa era una de estas buenas lecturas a las cuales hacía alusión esta persona. Entonces desapareció todo.