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5 febrero 2024

El Purgatorio. Una revelación particular. Anónimo.

LAS ALMAS DEL PURGATORIO SE PURIFICAN PARA ENTRAR EN LA GLORIA

Suponed que un día os invitan a una fiesta muy importante, y en la tarjeta de invitación que os llega antes de que empiece pone: «Sólo se puede asistir con vestido blanco». Y pensad que tenéis un vestido blanco, pero está muy sucio. ¿Qué haríais? Lavarlo y plancharlo cuanto antes.
Pues algo parecido pasa con el Cielo. Para poder entrar allí ha dicho el Señor que es preciso estar en gracia de Dios, pero con el alma completamente limpia de cualquier pecado o mancha de pecado. Cuando uno está en gracia de Dios sería como tener el vestido blanco, pero los pecados veniales o las manchas que han dejado los pecados ya perdonados son como manchas o arrugas que tiene ese vestido.

Igual que no nos atreveríamos a ir a esa fiesta tan importante con el vestido sucio o arrugado, de la misma manera el alma que muere en gracia de Dios pero tiene algunas manchas o arrugas va al Purgatorio para purificarse y limpiarse completamente.

El diálogo puede versar sobre el ejemplo anterior aclarando qué es la gracia, por qué es necesaria para entrar en el Cielo, cómo vivir en gracia..., etc.

Cuando nos hacemos una herida lo primero que debemos procurar es que no se infecte; para ello la desinfectamos con agua oxigenada o alcohol. Después tenemos que procurar que cicatrice.

Cuando pecamos nos hacemos como una herida en nuestra alma y ésta se puede infectar, por eso acudimos a la confesión que es como el agua oxigenada o el alcohol que quita la infección. Después se cicatriza con las obras buenas que hacemos. Pero, si al morir todavía no está cicatrizada, vamos al Purgatorio para que se termine de cerrar esa herida y quede nuestro cuerpo limpio de toda señal.

En el diálogo es importante descubrir, siguiendo la comparación, que esa herida afecta al Cuerpo Místico que es toda la Iglesia.



La existencia del Purgatorio es una verdad de fe

La Iglesia nos enseña -como verdad de nuestra fe- la existencia del Purgatorio, y no es difícil de entender. Cuando una persona muere en gracia de Dios -no tiene pecado mortal-, no puede ir al infierno; pero si no está completamente limpia porque tiene pecados veniales o reliquias que han dejado otros pecados ya confesados, tampoco puede entrar en el Cielo. Por eso hace falta un lugar donde las almas se purifican antes de entrar en el Cielo, quedando completamente limpias de cualquier mancha.



En el Purgatorio hay pena de daño y de sentido (Se puede comparar con las penas del infierno)

Las almas que van al Purgatorio sufren pena de daño, que igual que en el infierno consiste en no ver a Dios. Pero con una gran diferencia: los del infierno nunca verán a Dios, mientras que los del Purgatorio entrarán en el Cielo después de purificarse.

También se padece en el Purgatorio pena de sentido con gran sufrimiento. Sin embargo, este dolor no dura para siempre, y es otra diferencia en relación con las penas del infierno. Con esto queda claro que el Purgatorio no es eterno. Cuando todas las almas que allí estén se hayan purificado, dejará de existir porque ya no tendrá razón de ser.



Podemos ayudar a las almas del Purgatorio (Concretar bien cómo se les puede ayudar)

Si alguien lo está pasando mal porque está enfermo o necesita alimentos, nos preocupamos y tratamos de ayudarle. Dios ha querido que los que estamos en la tierra (Iglesia militante) podamos socorrer a las almas que están en el Purgatorio (Iglesia purgante). En el Purgatorio hay muchas almas que se están purificando y desean ardiente mente ir al Cielo, para estar eternamente con Dios. Hemos de ayudarles, y podemos hacerlo con estos auxilios:

- Ofrecer como sufragio la Santa Misa. Es la mejor manera porque ofrecemos por los difuntos los méritos infinitos del mismo Jesucristo.

- Rezar al Señor para que, por intercesión de la Virgen, vayan cuanto antes al Cielo. La Virgen es Madre también de los que están en el Purgatorio, y hemos de pedirle por nuestros familia­res, amigos, y por aquellas almas por las que nadie reza.

- Ofrecer en su favor nuestras buenas obras: nuestro trabajo, alguna limosna, pequeñas mortificaciones. Dios lo acepta en beneficio de las almas del Purgatorio.

Así viviremos la Comunión de los Santos con la Iglesia purgante.



Las almas del Purgatorio nos pueden pagar los favores que les hagamos

Después de haber ayudado o hecho un favor a una persona, ella está deseando tener ocasión de pagarnos y devolvernos el favor. Si nosotros conseguimos que un alma del Purgatorio pase a gozar de Dios, nos devolverá con creces ese favor que le hicimos. Será un alma santa que está en la presencia de Dios -viéndole cara a cara- e intercederá por nosotros para que también consigamos el Cielo. ,

Es un gran negocio para nuestra salvación tener devoción a las almas del Purgatorio y ayudarles cuanto podamos. La Iglesia nos anima dedicándoles el mes de noviembre. El 2 de este mes celebra la Conmemoración de todos los fieles difuntos.



Pensar en el Purgatorio ayuda a ser mortificados

El pensamiento del Purgatorio es un buen estímulo para llevar con alegría los padecimientos de esta vida. Si los sufrimos por amor de Dios y en expiación de nuestras culpas, nos ayudan a purificarnos y nos quitan tiempo de Purgatorio. Por eso es bueno que hagamos pequeñas mortificaciones con afán de pagar por nuestros pecados; de esta manera vamos limpiando el alma y nos preparamos para recibir el premio que Dios nos tiene preparado.



SUGERENCIAS PARA UNA MAYOR PARTICIPACIÓN LITÚRGICA .

1. La Iglesia, como buena madre, recuerda a diario a sus hijos del Purgatorio al pedir por los difuntos.

«A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria» (De la Plegaria Eucarística III)

Debemos unimos a la Iglesia Santa y pedir también por esos hermanos nuestros que esperan pasar al Cielo para gozar de Dios.
2. En la Conmemoración de los fieles difuntos la Iglesia ofrece todo el valor infinito del sacrificio de la Misa en favor de las almas del Purgatorio y pide:

«Te pedimos, Dios todopoderoso, que nuestros hermanos difuntos, por cuya salvación hemos celebrado el misterio pascual, puedan llegar a la mansión de la luz y de la paz».

El Santo Sacrificio de la Misa es el mejor regalo que podemos ofrecerles a nuestros familiares y conocidos que han muerto; podemos ayudarles a que cuanto antes se encuentren con Dios.