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¡VENTUROSOS LOS QUE A EL SE CONFIAN!
Esperanza nuestra
María ha hecho una promesa, ha decidido guardar su virginidad y así se lo comunica a San José cuando llega el momento de los desposorios. Es verdad que no se nos explica este diálogo, lógico entre dos personas que se van a unir en matrimonio; pero tampoco nos imaginamos a la Virgen guardando el secreto sólo para ella, porque después hubiera sido más difícil la situación. Los dos, de mutuo acuerdo, han decidido permanecer vírgenes.
He aquí que, cuando menos lo espera, aparece el Angel para decirle que va a concebir un hijo. Lo más natural hubiera sido que la Virgen le dijera al Angel que Ella había dedicado su vida a Dios y que, por tanto, aquello que le anunciaba era imposible. La actuación es más sencilla: confía y pregunta cómo puede ser, ya que no conoce varón.
No es una situación fácil de resolver. La tradición popular cristiana nos presenta a la Virgen recogida en oración cuando llega a Ella el Angel, y por eso su reacción es humilde y confiada: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Lección de confianza. Ya sabrá el Señor cómo solucionar nuestros problemas, aquellas «preocupaciones» que invaden nuestro pensamiento y que nos parecen cordilleras infranqueables. Esperanza de que se realice lo que El desee en nosotros, según su palabra. Es necesaria la prueba para esa intimidad con Dios que queremos conseguir. La prueba, cuando nos toca a nosotros, nos cuesta aceptarla. Es más sencillo aconsejar, dar al amigo soluciones para su momento difícil. Por eso conviene «estar en oración»: saber que Cristo tiene derecho a pedir, y no precisamente lo que nosotros queremos darle, sino aquello que escondemos porque nos parece exceso de generosidad o porque lo consideramos nuestro.
La amistad y el amor envuelven el corazón de esperanza. Por eso hay que mantenerlo en ese clima y no dejar paso a la desconfianza o al temor porque la prueba llegue a ser dura o quizá demasiado larga.
No somos nosotros los mejores jueces de nuestra propia vida. Dejemos que el Señor haga de nosotros lo que quiera. Abrir paso a la confianza en El. Si El nos ama, no puede enviarnos nada que sea malo para nosotros.
La esperanza de María no se ve nunca defraudada y, sin embargo, es puesta a prueba todo el tiempo que dura su vida en la tierra. Nos gusta considerar las escenas en las que la Virgen aparece para dar paso inmediato a su Hijo: es un instrumento perfecto en manos de Dios, que sabe dejarse llevar y traer y permanecer escondida cuando no es necesaria.