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Bernadot
LA UNION EUCARISTICA
La Comunión nos da enteramente a Jesús
En el momento de la Comunión estamos realmente en posesión de la vida. Tenemos al Verbo encarnado todo entero, con todo lo que El es y todo lo que hace, Jesús hombre y Dios, todas las gracias de su Humanidad y todos los tesoros de su Divinidad, o, para hablar como San Pablo, la riqueza incomprensible de Cristo.
Jesús está en nosotros como hombre.
La Comunión derrama, por consiguiente, en nosotros la vida actual, celestial y toda glorificada de su Humanidad, de su corazón y de su alma. En el cielo están los ángeles inundados de felicidad por la irradiación de esta vida. En la tierra han tenido algunos Santos la visión del cuerpo glorificado de Jesucristo. «Era una hermosura que hacía morir la palabra humana», cuenta la bienaventurada Angela de Foligno, que conservó de su visión «una alegría inmensa, una luz sublime, un deleite indecible y continuo, un deleite deslumbrante que sobrepuja a todo deslumbramiento». Pues éste es nuestro festín, este cuerpo glorificado, animado por un corazón que es un abismo de amor y un alma inefablemente bella, santa, deslumbradora de luz, inundada de vida, de gracia, de paz y de alegría, santuario y paraíso de Dios.
Jesús viene a nosotros como Dios.
Es el colmo de la generosidad divina. Habiendo amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin, hasta las últimas exigencias y hasta las últimas posibilidades del amor. Comulgamos, por lo tanto, en la vida divina de Jesús, en su vida como Verbo, como Hijo único del Padre.
El mismo nos lo dice: Yo vivo por el Padre. Desde la eternidad el Padre da a su Hijo la vida que tiene en su seno. Y se la da totalmente, sin medida, y con tal generosidad de amor, que, permaneciendo distintos, no forman más que una misma Divinidad con una misma vida, plenitud del amor, de la alegría y de la paz.
Esta es la vida que nosotros recibimos.
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¡Oh Dios increado! ¡Oh Dios dulcemente encarnado! El hombre ha comido vuestra carne, ha bebido vuestra sangre; ¡que sea uno con Vos por los siglos de los siglos!
Beata Angela de Foligno