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Para todos los tiempos y lugares
El 7 de septiembre de 1931 Dios hizo ver a Escrivá que el Opus Dei debía hacer a Cristo presente por todo el mundo y por todos los siglos. Había ido por la tarde a la iglesia del Patronato de Enfermos, y le resultaba muy difícil rezar: “No tenía gana. Pero, me estuve allí́ hecho un fantoche. A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya ves, buen Jesús, que, si estoy aquí, es por Ti, por darte gusto. Nada. Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes perros como él y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño”.
En medio de sus distracciones se dio cuenta de que, sin quererlo, repetía unas palabras latinas de la Escritura, palabras en las que no se había fijado nunca y que no tenía ninguna razón particular para recordar: “Dicen así las palabras de la Escritura, que encontré en mis labios: ‘et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti, firmans regnum tuum in aeternum’: apliqué mi inteligencia al sentido de la frase, repitiéndola despacio. Y después, ayer tarde, hoy mismo, cuando he vuelto a leer estas palabras pues, — repito— como si Dios tuviera empeño en ratificarme que fueron suyas, no las recuerdo de una vez a otra he comprendido bien que Cristo-Jesús me dio a entender, para consuelo nuestro, que ‘la Obra de Dios estará con Él en todas las partes, afirmando el reinado de Jesucristo para siempre’.
Esta experiencia le confirmó de nuevo a Escrivá en que el Opus Dei no había nacido para la España de su época sino para todo el mundo y para todos los tiempos. Trabajaría duro para transmitir esta convicción a los primeros miembros del Opus Dei. En un documento de 1934 titulado “Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios” escribió: “No somos una organización circunstancial. Hemos de (...) durar hasta el fin. Ni venimos a llenar una necesidad particular de un país o de un tiempo determinados, porque quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña universal, católica”.
JOHN F. COVERDALE