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La vocación a la santidad dentro del matrimonio
Su estancia en España le había permitido, también, realizar algo que llevaba en el corazón desde el principio y que iba a marcar un nuevo hito en el desarrollo de la Obra.
Lo que había visto el 2 de octubre de 1928 incluía, entre aquellos que habrían de responder a la llamada divina a la santificación en medio del mundo, una mayoría de personas casadas que servirían a la Iglesia y a las almas en todas las situaciones humanas imaginables, santificando su vida de familia y haciendo de sus casas unos hogares luminosos y alegres.
Su vocación era idéntica a la de los demás miembros célibes de la Obra, aunque las circunstancias en las cuales vivieran fuesen muy diferentes, porque el Opus Dei no tenía más que un solo puchero, del cual cada uno tomaría lo que necesitase para cubrir sus necesidades, con arreglo a su disponibilidad.
Entre el 25 y el 30 de septiembre de 1948, el Padre, en Molinoviejo, había dirigido un curso de retiro a quince hombres que estaban dispuestos a ser de la Obra, entre ellos Tomás Alvira y otros que había conocido antes o durante la guerra.
El Fundador les había comentado unas cuartillas que había comenzado a escribir en 1935 y que, por entonces, estaba completando. El documento era una instrucción, un programa en torno a la inmensa tarea apostólica que iría penetrando todas las capas de la sociedad a lo largo de los siglos; apostolados cada vez más amplios que, hacía ya tiempo, cerca de allí́, en Segovia, el Padre había puesto bajo el patronato del Arcángel San Gabriel: Yo veo esta gran selección actuante: hombres y mujeres de empresa y obreros, mentes claras de la universidad, inteligencias cumbres de la investigación, mineros y campesinos... todos, cada uno sabiéndose escogido por Dios para lograr su santidad personal en medio del mundo, precisamente en el lugar que en el mundo ocupa, con una piedad sólida e ilustrada, de cara al cumplimiento gustoso -aunque cueste- del deber de cada momento.
La llamada a la que respondían algunos de los que le escuchaban había ido madurando en su alma desde hacía meses o desde hacía años. Otros habían conservado en su memoria el recuerdo de lo que el Padre les había dicho hacía ya mucho tiempo: que tenían vocación matrimonial: ¿Te ríes porque te digo que tienes "vocación matrimonial"? Pues la tienes: así, vocación.
Esta afirmación, que el Padre había recogido en Camino, era chocante entonces y había sido uno de los motivos de la incomprensión que la Obra había encontrado en ciertos medios eclesiásticos. Sin embargo, enseguida, en 1950, la Santa Sede daría la razón a Mons. Escrivá, admitiendo que personas casadas pudiesen formar parte del Opus Dei en respuesta a una llamada específica a la santidad dentro de su estado.
FRANÇOIS GONDRAND