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13 septiembre 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1933. Muerte de María Ignacia García Escobar

Muerte de María Ignacia García Escobar

Como siempre desde los comienzos, los enfermos hacen que maduren los primeros frutos. En el Hospital del Rey, en 1932, don José́ María Somoano ha pedido a una joven, que está tuberculosa, que ofrezca sus dolores y rece mucho por una intención suya que beneficiará a mucha gente: algo verdaderamente universal que necesita y necesitará oraciones y sacrificios constantes para hacerse realidad. "Reza por ello incansablemente", le ha dicho. Y desde ese momento, María Ignacia, siempre que le ve, le pregunta por esa intención que tanto fervor le inspira.
La Providencia ha querido que una de las primeras piedras sea una pobre enferma que ya no abandonará su lecho en el hospital: María Ignacia García Escobar, la tuberculosa del Hospital del Rey, que sigue pidiendo por la Obra sin saberlo. Don Josemaría sabe que no tiene curación, pero, a pesar de todo, decide revelarle este camino real de santificación en medio del mundo al que ha consagrado su vida desde aquel 2 de octubre de 1928. A pesar de su dolencia, María Ignacia resuelve enseguida ofrecer el tiempo que le quede de vida por este gran ideal.
Las jóvenes que el Fundador de la Obra ha ido llevando por caminos de vida interior se turnan para acompañar a María Ignacia y aprenden de ella una magnífica lección de abandono a la Voluntad divina. El procura, también, visitarla todos los días, pero, si no puede, telefonea.
Desde su lecho de dolor, María Ignacia sigue ayudando. Su mal se ha agravado, pues se trata de una tuberculosis intestinal que se resiste al tratamiento con lámparas de cuarzo. A finales de agosto, su estado es ya muy grave y los dolores continuos. Tiene el cuerpo deformado y cubierto de llagas, pero no pierde la paz y, estrechamente unida a Dios, le ofrece sus dolores.
A comienzos de septiembre, los médicos le dan pocos días de vida. El Padre le comunica la gravedad de su estado y le pregunta si quiere recibir la Unción de los Enfermos: se la administra él mismo, en presencia de una hermana de María Ignacia. Luego, lentamente, va desgranando las oraciones de la liturgia para la recomendación del alma; finalmente, le pide, con intenso fervor, que en el Cielo no se olvide de interceder por el Opus Dei, al que ha entregado los últimos meses de su vida, evocando, una vez más, los futuros apostolados de la Obra, extendidos por el mundo entero... Un panorama que ella podrá contemplar desde arriba.
El 13 de septiembre, en cuanto la hermana de María Ignacia le comunica que ha muerto, corre al hospital. Tras don José́ María Somoano y Luis Gordon, es la tercera vocación que el Señor se lleva nada más florecer... Tres intercesores más. Tres sólidos pilares sobre los que la Obra de Dios se podrá apoyar para proyectarse a lo largo de los siglos. Un sacerdote y dos laicos, hombre y mujer, que prefiguran todos los que, tras ellos, llevarán la palabra de Cristo a todas las encrucijadas de la tierra.
FRANÇOIS GONDRAND