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Las primeras de Argentina
Hasta el 7 de diciembre de 1952, no llegará la Sección de mujeres a Buenos Aires. Pero, unos meses antes, Julia Capón, la primera argentina, escribe a Roma pidiendo al Padre su admisión en la Obra. Esta vocación es uno de tantos milagros que jalonan el camino del Opus Dei por la tierra. Julia ha oído hablar de estos hombres, entre los que se cuenta un sacerdote, y que viven el espíritu del Evangelio de un modo secular, dentro del mundo, en su trabajo habitual. Sabe que en España ha tenido lugar el comienzo de este espíritu y escribe para tener una referencia más directa. Durante semanas, la correspondencia es intensa. Regularmente cruzan el océano las cuartillas que tienden un nuevo puente de fraternidad. Y el 13 de agosto de 1952, Julia solicita la admisión.
A finales del mismo año, un cablegrama anuncia a Julia la llegada de Sabina Alandes. Entre las dos habrán de poner en marcha las tareas de la Sección de mujeres en esta grande y fecunda tierra americana. Poco antes, apenas comenzado el mes de diciembre, Sabina cruza la calle de Juan Bravo en Madrid: son las siete de la mañana y va al Centro de Diego de León. Sopla un cierzo frío, castellano, que se cuela a través de la bufanda. Ojos llorosos por el hielo de la mañana invernal van a disimular la emoción de la despedida. En Roma están al tanto de la salida del avión Madrid-Buenos Aires. Y cuando calculan que ha despegado,
Monseñor Escrivá de Balaguer dibuja una cruz en el aire para bendecir el camino de esta hija suya que emprende una nueva ruta en el quehacer humano y divino de la Obra.
Horas después, el aparato sobrevuela Buenos Aires; Sabina se siente ya en su país. Desde arriba, esta ciudad aparece impresionante. Lo ríos se ven como una red enorme y tranquila que cruza los campos. La Pampa inmensa se alcanza, paradójicamente, de una sola mirada. Ya en tierra, toma su equipaje en el aeropuerto de Ezeiza. Casi en la misma puerta de viajeros la aborda una mujer joven y emocionada por el encuentro:
-«¿Vos sos Sabina?».
_«¡Tú eres Kitty! » . Este es el nombre familiar de Julia Capón.
Una alegría enorme. Y luego, el alud de palabras que no tienen más remedio que salir...
Hace un calor húmedo y llueve sobre las pistas del aeropuerto. Un airecillo suave vuela sobre las dimensiones colosales de la ciudad.
Durante algunos meses, Sabina vivirá en casa de Kitty, ya que se acumulan las dificultades de todo tipo para encontrar un inmueble donde instalarse. En las Navidades de 1952 reciben una tarjeta que el Padre envía a todos sus hijos, con un mensaje de aliento. El dibujo representa el empedrado de una vía romana, abierta al caminante. Y en la contratapa se puede leer: «caminad con valor, que se han abierto los caminos divinos de la tierra»(26). Ceden los contratiempos y aparece -¡al fin!- la primera casa. La llamarán Veinticinco, sencillamente, porque se halla situada en la calle 25 de diciembre. Lo único que poseen son las llaves.
Pero no cabe el desánimo. Sentadas en las escaleras, Sabina y Kitty hacen planes. Sólo les escuchan, en esta tarde de primavera,la Virgen de Luján, distante, pero al filo del corazón; los árboles preciosos, como el ombú y el palo borracho que crecen en todos los jardines; y el azul incomparable de este cielo que se abre a su oración y a su esfuerzo confiado. El 7 de abril de 1953, el Señor se quedará, definitivamente, en el primer Sagrario que la Sección de mujeres de la obra tiene en Argentina.
ANA SASTRE