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Falsa denuncia contra don Pedro Casciaro
San Josemaría, después de cruzar el Pirineo, se encuentra viviendo en Burgos junto con don Pedro Casciaro, D. Francisco Botella y D. José María Albareda.
Este día, D. Pedro Casciaro, caminando por la calle en Burgos junto con don José María Albareda, se cruza con la Sra. Bermúdez, esposa del Administrador de Propiedades en la Delegación de Hacienda de Burgos. Se conocían de Albacete. Don Pedro notó que esa señora se le quedó mirando con sorpresa y disgusto. El papá de D. Pedro y el esposo de la Sra. Bermúdez habían militado, antes de la guerra, en partidos políticos rivales.
Uno o dos días después el Padre se entera que el Sr. Jorge Bermúdez, que guarda una cierta antipatía hacia el papá de don Pedro desde los años de Albacete, tiene intención de levantar una falsa denuncia, delante de las autoridades militares de Burgos, contra don Pedro: haberse pasado a la zona nacional como espía. Eso le podía costar a don Pedro la cárcel o el fusilamiento, pues una denuncia del Sr. Bermúdez -por su cargo- tendría mucho peso entre las autoridades militares.
Al enterarse El Fundador, le sugiere a don Pedro ir a visitar a la señora Bermúdez y él se propone hablar personalmente con el Sr. Bermúdez y lo hace el 1 de agosto. La gestión de don Pedro con la señora Bermúdez no tiene éxito. Hace ver a don Pedro que no tiene ninguna intención de detener la denuncia de su esposo ni de animarlo a aclarar las cosas. Don Pedro sale de la entrevista un tanto contrariado.
San Josemaría va a ver al señor Bermúdez el 1 de agosto a primeras horas de la mañana, acompañado de don José María Albareda, para pedirle que no haga la falsa denuncia de don Pedro ante las autoridades de Burgos. El Sr. Bermúdez se niega rotundamente, pues sabe que el papá de don Pedro militó en un partido político de izquierdas: "¡tanto el padre (de don Pedro), como el hijo la tienen que pagar!".
El Padre se esforzó por hacerle ver que cometía una gran injusticia, puesto que don Pedro jamás había tenido nada que ver con las actividades políticas de su padre y era un buen cristiano, pero Bermúdez no quiso ceder en lo más mínimo.
El Padre le dijo entonces que no querría encontrarse en su lugar y presentarse al juicio de Dios con ese rencor en el alma; que pensara que el Señor podía pedirle cuenta aquel mismo día de lo que pretendía hacer, o castigarle en sus hijos, pero el Sr. Bermúdez no cedió nada y la entrevista termina en un tono muy amargo.
San Josemaría sale de la entrevista silencioso y dolido. D. José María Albareda, al ir bajando la escalera de edificio, le oye decir en voz baja: "... mañana o pasado, entierro", pero no entiende exactamente a qué se refiere. Esa misma tarde se enteran del inesperado fallecimiento del Sr. Bermúdez.
D. Pedro, de la impresión, acaba en cama. El Padre le hace ver que tiene que agradecer a Dios el cuidado que tenía con él, y que no se preocupara porque estaba moralmente seguro que Dios había concedido al Sr. Bermúdez el arrepentimiento final. Pocas semanas después uno de los hijos del Sr. Bermúdez muere en un accidente aéreo. D. Pedro se lo comunica al Padre y dice: "Hasta cierto punto, era de esperar...; encomiéndale; yo también lo haré".
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