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11 junio 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1939. Amadeo de Fuenmayor

Amadeo de Fuenmayor

Del 5 al 11 de junio de 1939, el Padre se desplaza a Valencia para dar un curso de retiro a estudiantes universitarios en el colegio Beato Juan de Ribera de Burjasot. Es Rector del colegio un sacerdote de gran prestigio, don Antonio Rodilla, Vicario General de la Diócesis de Valencia. Su testimonio sobre el Fundador del Opus Dei es una luminosa carta de admiración y amistad:
«Conocí a Josemaría en los primeros años de la decena de 1930. Aunque no puedo precisar la fecha exacta, ya la primera conversación con él me puso en aviso de que estaba en presencia de una persona extraordinaria, que miraba y veía desde muy alto, y hasta muy lejos, aunque tenía los pies muy firmes sobre la tierra.
No era precisa mucha perspicacia para ver que Josemaría era un hombre extraordinario. Sin embargo, no era fácil, si no se le trataba íntima y prolongadamente, ver al santo, pues no sólo no exhibía su santidad, sino que la llevaba tan envuelta de humildad, naturalidad y alegría, que quedaba muchas veces más que disimulada para ocasionales observadores y poco perspicaces».
En este brillante día de junio del año 39, el Padre llega a última hora de la tarde, cuando el calor abre paso al atardecer. Los participantes esperan, en pequeños grupos, esparcidos por el jardín.
Desde el principio les impresiona vivamente. Años más tarde, en una de sus cartas, el Fundador recordará un episodio de su llegada al colegio y las enseñanzas que, para la predicación, había sacado del mismo:
«En uno de los pasillos encontré un gran letrero, escrito por alguno “no conformista”, donde se leía: “cada caminante siga su camino”.
Quisieron quitarlo, pero yo les detuve: dejadlo -les dije-, “me gusta” (...). Desde entonces, esas palabras me han servido muchas veces de motivo de predicación. Libertad: cada caminante siga su camino. Es absurdo e injusto tratar de imponer a todos los hombres un único criterio, en materias en las que la doctrina de Jesucristo no señala límites».
Y en otro momento insiste:
«Es cierto que llevamos un camino común, porque única es -os lo diré de nuevo- la vocación que todos hemos recibido al Opus Dei. Pero se puede andar por el camino de muchas maneras. Se puede andar por la derecha, por la izquierda, en zig-zag, caminando con los pies, a caballo. Hay cien mil maneras de ir por el camino divino ».
El primer día, después de la Misa, pasea por entre los árboles que rodean el edificio y ve a un universitario pensativo, sentado en uno de los bancos. Es Amadeo de Fuenmayor. Se acerca y le pregunta:
-«¿Aburrido?
-No, Padre, le contesta. Y añade que tiene un problema personal».
El Padre le dice que vaya a última hora de la tarde a su cuarto y que le recuerde que ofrezca por él la Misa del día siguiente.
Se queda impresionado, porque ha visto la piedad y la fe con que este sacerdote celebra el Sacrificio del altar. Y le parece muy serio saber que su nombre, su persona, van a estar presentes en el ofertorio de amor de la mañana siguiente.
Estos días, Amadeo, el que habrá de ser un día Catedrático de Derecho Civil, y después sacerdote del Opus Dei, charlará frecuentemente con el Padre y, al terminar los ejercicios, pedirá la admisión en la Obra. Aún parece escuchar las palabras con que el Fundador acepta su solicitud:
«El Señor obra “suaviter et fortiter”.. recuerda las circunstancias de tu vida y verás cómo ha ido preparándote el camino».
ANA SASTRE