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31 mayo 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1943. Más sobre el iter jurídico

Más sobre el iter jurídico
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei
Dentro del natural regocijo producido por el nihil obstat, don Josemaría se mantuvo en prudente reserva y sin sacar las cosas de quicio. Su desarrollado instinto sobrenatural de Fundador, con quince años de experiencia en el negocio, le avisaba que el paso providencial que acababa de dar era sólido, aunque poco tenía externamente de duradero. Este pensamiento era cosa instalada en su mente: antes, durante y después del nihil obstat. Porque no bien hubo salido Álvaro del Portillo para Roma, don Josemaría se puso a escribir una carta a todos sus hijos en la Obra. Y la terminó el 31 de mayo de 1943, cuando el Secretario General estaba aún preparando el plan de gestiones y visitas oficiales. En esa carta, al hablarles de las características del espíritu que habían de vivir, intercala un elocuente inciso, esclareciendo lo que pensaba sobre lo transitorio de las gestiones en curso y las que se harían el día de mañana:
nos entienden y nos quieren los Ordinarios de las diócesis en las que trabajamos; y —sea la que fuese la forma jurídica que, con el tiempo, tome la Obra— la Iglesia, que es nuestra Madre, respetará el modo de ser de sus hijos, porque sabe que con eso sólo pretendemos servirla y agradar a Dios.
Más sorprendente aún es otro inciso aclaratorio, esta vez en carta del 14 de febrero de 1944. Dos meses tan sólo llevaba erigida la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, cuando el Fundador escribe a sus hijos:
La solución —necesariamente transitoria, pero valedera por algún tiempo, que será superada en cuanto haya un diverso iter jurídico que lo permita— consiste en [...].
Ya sabemos lo que la solución llevaba consigo. Aquí, sin embargo, interesa recalcar que el Fundador consideraba inaceptable, a la larga, dicha solución; y que, a la corta, estaba dispuesto a cambiar de postura en cuanto se le presentase la oportunidad de hacerlo. Claro es que, no lanzándose locamente al vacío, sino teniendo la prudencia de salvaguardar la naturaleza de la Obra. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se le dio a don Josemaría como solución fundacional, sin esfuerzo por su parte, porque se trataba de un genuino regalo. En cambio, el encajar el conjunto del Opus Dei en el Codex, como sociedad de vida común sin votos, fue una laboriosa gestión humana. Don Josemaría, sin embargo, no se desanimó, distinguiendo en el recorrido histórico de la fundación lo que era de origen sobrenatural, y por tanto intocable, de lo que era transitorio, permitiéndosele contemporizar pero sin ceder en lo sustancial. Que esto sucedió así lo demuestra no solamente la historia posterior sino el que con anterioridad a la Pía Unión, en 1940, el Fundador estaba convencido de que tenía que labrar un cauce jurídico apropiado al apostolado de la Obra y que el hacerlo resultaría tarea ardua, penosa y dura.
Semejante actitud de ánimo transparenta una ilimitada confianza en Dios y una enorme capacidad de visión, que se iría desarrollando con el tiempo. Al comienzo de la fundación soñaba por adelantado con lo que sería la Obra en el futuro: un espléndido campo apostólico, una movilización general de los cristianos, sirviendo, cada uno en su sitio, a la misión apostólica de la Iglesia, para poner a Cristo en la cumbre de toda actividad humana. Esta perspectiva dimanaba, de forma espontánea, del mensaje e inspiraciones recibidas en su misión fundacional. Pero, tan pronto se puso a buscar un asentamiento jurídico permanente en la sociedad civil y eclesiástica (sobre todo en esta última), aquel sacerdote, que tenía los cielos abiertos para soñar posibilidades, y al que el Señor iba indicando los hitos de la fundación, se vio obligado a medir y gestionar cada uno de sus pasos. Las cosas, en efecto, no dependían exclusivamente de su voluntad. Mas, en lo que de él dependía, ponía en juego todos los recursos disponibles. Buena prueba de ello era la excelente formación que estaba dando a los tres miembros de la Obra que iban a ordenarse. No ahorró nada de lo que estaba a su alcance. En lo humano pretendía hacer de ellos un pozo de sabiduría eclesiástica; y en lo divino, un dechado de virtudes sacerdotales.
Pero, en medio de ese optimismo y generosidad —y ésta es la consideración que debe subrayarse— se había metido en el callejón sin salida de la incardinación, sin saber cuándo y cómo encontraría una solución al aprieto. De modo que la fundación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz le cogió de sorpresa durante la misa del 14 de febrero de 1943. (También le había sucedido lo propio, inesperadamente, en la misa del 14 de febrero de 1930, cuando el Señor le dio a entender que las mujeres formarían parte de la Obra). Pero, ¿en virtud de qué factor tenía don Josemaría la seguridad de que Dios vendría a visitarle con sus inspiraciones en el momento oportuno? Y, antes de dar una fácil contestación, conviene no olvidar que aquel sacerdote no esperaba cómodamente sentado a que se la abriesen las puertas o se le indicase el camino. Sino que se adelantaba y se comprometía, confiando, con serenidad, y con fe, en que pronto o tarde le vendría respuesta de lo alto, como sucedió con la incardinación de los sacerdotes.
El pensamiento que vamos deshojando significa, nada menos, que el Fundador no marchaba a rastras de las inspiraciones recibidas del cielo sino que procuraba, con esfuerzo, sacar la delantera. Si el Señor intervenía era porque aquel sacerdote había correspondido antes a la gracia, poniendo de su parte iniciativa y sacrificio.
A este excederse con generosidad en el servicio a la Iglesia (que tiene mucho del "ocultarse y desaparecer"), lo definía humorísticamente don Josemaría como un "dar liebre por gato". Esto es, lo contrario del dar "gato por liebre", que consiste en hacer pasar fraudulentamente, como producto valioso, algo que es de más baja calidad.
Pues algo parecido sucedió con el Opus Dei después de la erección canónica de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Dejó de ser una Pía Unión para convertirse en "una simple asociación laical de carácter piadoso", cuando la verdad era que los fieles todos en la Obra vivían rigurosamente la misma vocación contemplativa, iguales normas de piedad y las mismas costumbres que sus hermanos de la Sociedad Sacerdotal. La situación en que quedaba el Opus Dei la resume el Fundador, por carta al nuevo Obispo de Barcelona, Mons. Gregorio Modrego:
Aunque no sean estas cosas para ser tratadas por carta, y espero —aquí o en Barcelona— tener la alegría de ver pronto a V. E. y hablar despacio, conviene que le anticipe que el decreto último —el de erección— antes de hacerse público ya llevaba, en todas sus partes, el visto bueno de Roma: el OPUS DEI ha dejado de ser Pía Unión, para pasar a ser una Obra Pía propia de la Sociedad Sacerdotal, con sus dos ramas, masculina y femenina, perfectamente separadas y definidas, y con Estatutos que serán distintos de los de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.
De todo esto se habla terminantemente en las Constituciones de la Sociedad Sacerdotal, que han recibido la "appositio manuum" de la Santa Sede.
Conviene también que le diga a V. E. que a la Sagrada Congregación de Religiosos se pidió solamente [...] lo que nos ha sido concedido: poder constituirnos en Sociedad de vida común sin votos, y naturalmente por ahora de Derecho Diocesano. Por todas las facilidades que nos han dado, y que le comunicaré de palabra, he de decir a mi Señor Obispo que en Roma nos han atendido con largueza. Digitus Dei est hic.
Por lo que llevo dicho, se ve claro que hemos de distinguir la Sociedad Sacerdotal del Opus. Aquélla, mientras sea de derecho diocesano, estará sujeta a la jurisdicción de los Rvmos. Ordinarios en cuyas diócesis tenga casa. El Opus Dei, al dejar de ser Pía Unión, queda convertido en una simple asociación laical de carácter piadoso, a la manera de las Conferencias de San Vicente, que están sujetas al Ordinario en las cosas de fe y costumbres, como los demás fieles cristianos: solamente puede, por tanto, recibir alabanzas, bendiciones e indulgencias y no necesita aprobación.
De momento creo que he dado cuenta a mi Señor Obispo de la situación canónica de la Obra, y, cuando pueda verle personalmente, tendré mucho gusto en darle más detalles.
La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz era una aguja para poder penetrar en la textura eclesiástica y civil. Una aguja divina que llevaba inseparablemente enhebrado el hilo del Opus Dei. Ahora bien, Dios no da puntada en vano. La solución canónica era transitoria, evidentemente, pero la fundación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz perdurará, a través de los cambios posteriores, hasta que el todo del Opus Dei adquiera su estructura definitiva como Prelatura personal.
VÁZQUEZ DE PRADA