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18 mayo 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1934. Edita Consideraciones espirituales

Edita Consideraciones espirituales

En 1934, decidió imprimir esas "Consideraciones", añadiendo a los anteriores puntos nuevos pensamientos sacados de sus Catalinas, hasta un total de 438. Por carta de don Sebastián Cirac, canónigo de Cuenca, sabemos que en el mes de abril ya estaban en marcha las gestiones para su publicación. Don Sebastián había asistido en Madrid a alguna de las reuniones de los lunes con otros sacerdotes, y gustosamente se encargó de pedir presupuestos en la "Imprenta Moderna". (Trescientas diez pesetas le pedían por quinientos ejemplares). Además, para facilitar la gestión, don Sebastián había sido nombrado censor del libro. Todo iba viento en popa.
Hasta que, por lo que se desprende de una anotación de don Josemaría del 18 de mayo, empezaron a soplar vientos contrarios:
Envié a Cuenca las "Consideraciones" y resulta que se escandalizan —no digo bien— que parece que les asustan algunas palabras, que desde luego nada envuelven de error o de irrespetuoso; por ejemplo, la frase "santa desvergüenza". Protesté ayer, por carta a Cirac, y, cediendo en todo lo demás, espero que saldrá el folleto con "desvergüenza". El caso es que salga, aunque sea con colaboración (!): ya llegará la hora de publicarlo sin retoques.
A vuelta de correo le contestaba el canónigo: «Recibida la tuya y leída por mí, se la he leído al Sr. Obispo, a quien no ha gustado tu actitud sobre la palabra desvergüenza. Dice que no puede él conceder autorización al libro donde se recomiende una palabra que suena mal y que tiene mal sentido en el lenguaje usual; y que te recomienda que la cambies por otra —resolución, decisión, valentía... [...]. Te ruego que pienses en los consejos del Sr. Obispo, que aquí y en su Iglesia es oráculo divino».
Para el bueno de don Cruz Laplana aquella era una palabra torpe en pluma de un clérigo, por más que don Josemaría la santificase poniéndola al servicio de la vida de infancia espiritual. Como aquello llevaba camino de convertirse en discusión bizantina y como, por otra parte, no era cosa de llevar la contraria al Prelado, que además era buen amigo y pariente de los Escrivá, y quien, en última instancia, había de refrendar al censor, y tenía voz y voto en la "Imprenta Moderna" (antes "Imprenta del Seminario"), don Josemaría cedió. Cedió, no sin dejar constancia de su disconformidad, escribiendo en aquella misma carta recibida de don Sebastián:
¡Vaya por Dios, con mi desvergüenza! Diremos (por ahora) atrevimiento.
El biógrafo bien quisiera mantenerse al margen de este curioso incidente, pero no puede por menos de dar su opinión. A su entender no se trataba de una mera cuestión filológica. Es de suponer que el problema, más que de léxico, era de comedimiento eclesiástico y de convencionalismo civil. De ese estilo era la precaución de los predicadores, que evitaban pronunciar desde el púlpito la malsonante palabra "cerdo", usando hábiles perífrasis, como: "los animales de la vista baja", o "los animales inmundos"; o, caso de pronunciarla, se apresuraban a pedir excusas al auditorio. Pero don Josemaría no se paraba en semejantes puerilidades; y esto es una nota a su favor en cuanto a la valentía de su estilo literario. (Afortunadamente, algún que otro lector, sin tener acceso a los Apuntes íntimos, se ha ahorrado sobresaltos a causa del estilo literario, porque allí, en una catalina de agosto de 1931, se lee: Margaritas ad porcos! El manjar más delicado y selecto, si lo come un cerdo (que así se llaman, sin perdón), o sale del inmundo animal convertido en excremento repugnante o se convierte, a lo más, ¡en carne de cerdo! Seamos ángeles, para dignificar las ideas, al asimilarlas. Cuando menos, seamos hombres: para convertir los alimentos, siquiera, en músculos nobles y bellos o quizá en cerebro potente... capaz de entender y adorar a Dios. Pero... ¡no seamos bestias, como tantos y tantos!).
Hay, por cierto, una particular circunstancia en este asunto, que es conveniente explicar. El autor de los Apuntes recoge máximas y consideraciones conforme le vienen inspiradas. De suerte que las anotaciones sobre la "santa desvergüenza" aparecen diseminadas por las páginas del Cuaderno V, correspondientes a la primera mitad de 1932. Pero, a la hora de espigar los Apuntes, en diciembre de ese año, cuando don Josemaría ordenó las materias, colocando cada oveja con su pareja, todas las consideraciones sobre ese tema vinieron a quedar reunidas y hermanadas en una misma página y en números consecutivos, del 90 en adelante. Al enviar las nuevas "Consideraciones Espirituales" a Cuenca en 1934, don Josemaría respetó la distribución de algunas de las antiguas páginas de 1932. De modo que, bajo el epígrafe "El plano de tu santidad", pudo leer el Prelado:
El plano de santidad, que nos pide el Señor, está determinado por estos tres puntos: La santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza.
Una cosa es la santa desvergüenza y otra la frescura laica.
La santa desvergüenza es una característica de la vida de infancia. [...] Esa desvergüenza llevada a la vida sobrenatural..., etc., etc.
(Así hasta seis "santas desvergüenzas". ¿Es de extrañar la intranquilidad del Obispo? ¿Se entiende ahora mejor su sobresalto?)
Tornando, pues, al hilo de la historia, la decisión tomada por don Josemaría quitó un peso de encima al Prelado, que quedó plenamente satisfecho, según dice don Sebastián en carta del 28 de mayo: «Querido José Mª: Tu última carta me alegró muchísimo por la confianza que ponías en el Sr. Obispo, a quien también agradó mucho tu conducta y sumisión a su parecer.
Se imprimió el librito en junio. En él aparecía la repetida expresión de "santa osadía". El autor, fiel a su inspiración, y velando por la integridad del texto, se mantuvo a la espera. Dejó correr el tiempo. Cuando llegó la hora de publicarlo sin retoques, al editarse Camino, repuso la "santa desvergüenza". En ocasiones más graves de su existencia, y de la historia del Opus Dei, el Fundador ejercitaría esa misma santa tozudez, de conceder sin ceder, con ánimo de recuperar.
Como se decía en la advertencia preliminar del libro, esas "Consideraciones espirituales" respondían a necesidades de jóvenes seglares universitarios dirigidos por el autor; y, como éste explica: son notas que empleo, para ayudarme en la dirección y formación de los jóvenes. Se tocaban temas como la práctica de la oración mental; tema que, para un estudiante universitario era como descubrir un nuevo mediterráneo:
¿Que no sabes orar? Ponte en la presencia de Dios y, en cuanto comiences a decir: Señor ¡que no sé hacer oración!..., está seguro de que has empezado a hacerla.
Y de mil diversos modos recalcaba don Josemaría a los universitarios que el camino del apostolado pasaba, previamente, por la santificación de los deberes profesionales:
Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de apostolado.
VÁZQUEZ DE PRADA