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11 abril 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1932. Acosos del diablo

Acosos del diablo

El diablo, mientras tanto, no andaba inactivo. Sacudía a aquel hombre de Dios. Primero con la insinuación de que no tenía derecho a condenar a la pobreza a los de su familia por la "locura" de la Obra. Luego, intentando robarle la tranquilidad, encizañando lo del nombramiento oficial del Patronato de Santa Isabel. Finalmente, viendo lo poco que adelantaba, terminó por agredirle, con el permiso del Señor.
Al principio no advirtió el sacerdote que se trataba de la rabia del grandísimo tiñoso —como llamaba al diablo-, hasta que fue víctima de una peculiar clase de violencias. Un domingo de marzo, a mediodía, iba tranquilamente leyendo el breviario camino de una clase particular, cuando de buenas a primeras recibió un respetable pelotazo. Se contuvo y no volvió siquiera la cabeza para ver si fue casualidad o malicia.
Diez días más tarde, un Miércoles Santo, fue a confesar a las niñas internas del Colegio de Santa Isabel. Regresaba por la calle del Duque de Medinaceli cuando vio a unos chicos jugando en la acera del Hotel Palace. Ya escaldado con experiencias similares, se echó rápidamente al otro lado de la calle, pero no consiguió evitar lo inevitable:
Un puntapié formidable y... ¡pum!, en el cristal derecho de mis gafas y en mi nariz el golpe consiguiente. Tampoco volví la cabeza. Saqué el pañuelo y, con calma, seguí andando a la vez que limpiaba mis antiparras [...]. Al momento comprendí la saña diabólica (es mucha casualidad) y la bondad de Dios, que le deja ladrar pero no morder. Lo razonable, por lo menos, hubiera sido la rotura del cristal, puesto que recibió un golpe nada mediano... Quizá también una herida en mi ojo derecho. Aún lo primero habríame ocasionado un buen disgusto, porque me veo apurado para pagar los escasos tranvías que necesariamente he de coger... En fin: que Dios es mi Padre.
No hay dos sin tres, como atestigua otra catalina:
Lunes, 11 de abril: ayer, cuando iba por la calle de Álvarez de Castro —por la acera— leyendo mi breviario, para coger el 48 con dirección al hospital, me dieron ¡otro gran pelotazo! Me reí. Se fastidió.
Don Josemaría, con mucho sentido del humor, se percataba de que al diablo Dios le deja ladrar pero no morder. También en otra ocasión sintió clarísimamente, por aquel tiempo, que el infierno bramaba contra la Obra de Dios. Sucedió a las doce de la mañana de un día de sol, en el paseo de Martínez Campos, esquina a la Castellana. De ello no da más explicaciones, pues ya ha despersonalizado las catalinas de hechos sobrenaturales que afectan a su persona. Pero, indudablemente, el suceso está referido a una anotación de unas semanas antes en la que se lee: El infierno rabia, brama y ruge, porque Satanás entrevé las almas que la O. de D. llevará a Jesús y el conjunto de su actuación en el mundo: el efectivo reinado de Cristo en toda la sociedad: Regnare Christum volumus.
VÁZQUEZ DE PRADA