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La vocación de Enrica Botella
Rezando ante el cadáver amortajado de doña Dolores, consideraba el hijo la pérdida grande que esto suponía para las primeras mujeres que llegaron al Opus Dei. Dios sabía más. Se llevó un alma a punto de santidad e hizo de su sacrificio el fructuoso comienzo de la labor apostólica que esperaba el Fundador.
Cuando Paco Botella, que vivía en el piso de Martínez Campos, se enteró de la enfermedad de la Abuela, fue a Diego de León a preguntar cómo se encontraba. Abrió con cuidado la puerta del cuarto y distinguió la cama en la penumbra. La enferma tenía aspecto muy desmejorado y parecía consumida por la fiebre. En esto, doña Dolores volvió el rostro hacia la puerta y, al ver a Paco, le dijo: «Seguro que te ha dicho Carmen que estoy aquí! ¡Oye, Paco!, te voy a dar una buena noticia: tu hermana Enrica ya es nieta mía».
Fue, verdaderamente, grata sorpresa para Paco. Pocas semanas antes había estado en Valencia y hablado con su hermana, por encargo del Padre. Explicó a Enrica la vida y apostolados de la Obra, pero su hermana, sin mayor entusiasmo, le dejó cortado con un comentario de absoluto despego: «Admirable labor», sí. Pero que no contaran con ella. Trató Paco de leerle un punto de Camino. Todo fue en vano. Aparte de que Enrica, y el resto de la familia, conocían bien el libro, pues se lo había regalado Paco el año anterior. (El punto en cuestión era aquel que empieza: Más recia la mujer que el hombre, y más fiel, a la hora del dolor).
Enrica formaba parte del grupo de chicas valencianas que harían los ejercicios espirituales para jóvenes de Acción Católica en Alacuás, en la semana del 30 de marzo al 5 de abril de 1941. Esos ejercicios se daban en el convento de las Operarias Doctrineras, y los dirigía don Josemaría.
Quizá pensase Enrica que, teniendo un hermano de la Obra y habiendo oído hablar del predicador, era descortesía mostrarse huraña. Decidió, por tanto, acercarse a saludar a don Josemaría. Y ese paso, afortunadamente para ella, supuso un cambio de rumbo en su vida.
— «Padre, mi hermano me ha hablado de la Obra», dijo a título informativo, presentándose voluntariamente a don Josemaría.
— Y yo estoy pidiendo tu vocación, le replicó el sacerdote.
Al volver a Madrid le entrarían ganas a don Josemaría de comunicar a Paco la decisión de Enrica. Sobre todo después de la negativa de semanas antes. Pero se contuvo. Dejó pasar unos días y brindó a la Abuela el dar a conocer tan grata noticia a su nieto.
VÁZQUEZ DE PRADA