-
Extraño don del Padre para descubrir vocaciones
El encuentro con el Padre, en innumerables casos, despertaba aspiraciones nuevas en las almas, abriéndoles horizontes insospechados. Véase un caso: «en mayo de 1946 —refiere Carmen Canals— hice unos días de retiro espiritual en la Residencia universitaria de Zurbarán, 26, que dirigió el Fundador del Opus Dei, al que no conocía». Le impresionaron a Carmen la fuerza de su palabra, su cariño a la Virgen y el modo de preparar a las participantes para la confesión. En dos ocasiones charló con el Padre. La primera vez, un rato muy breve, en el que don Josemaría le preguntó si seguía las meditaciones, si hacía oración y si iba a misa con frecuencia. Cuando por segunda vez acudió al sacerdote fue para pedirle la admisión en la Obra: «le dije que quería ser del Opus Dei. El Padre me dijo que no», añade la interesada.
Siguió Carmen frecuentando la residencia por un tiempo y luego dejó de ir. Cuatro años más tarde hizo un curso de retiro en Molinoviejo. «Y me conmovió —dice— volver a escuchar ideas que yo guardaba casi sin darme cuenta en el alma: eran las mismas cosas que yo había escuchado al Padre». Allí renovó su decisión de pertenecer a la Obra, un 12 de marzo de 1950. No pasó mucho tiempo cuando un día se encontró en Los Rosales con el Padre, quien les dio una charla, a todas juntas, en el comedor grande, sobre la virtud de la sinceridad y sobre amor a la Iglesia y al Papa.
Al salir de esa clase, Carmen se acercó para saludarle y decirle que le preocupaba aquella contestación del Padre años atrás, ante su deseo de pertenecer a la Obra. Don Josemaría la tranquilizó y le comentó que, entre sus dos hermanos —que eran del Opus Dei— y su oración, habían arrancado del Señor la llamada que había sentido a su tiempo, tras el primer encuentro.
¿Qué extraño don poseía el Padre para dictaminar quién podía ser de la Obra y quién no? Éste era el caso de las hermanas Gutiérrez Ríos. Una de ellas, Lolita, estaba haciendo unos días de retiro espiritual en el centro de Jorge Manrique. La otra hermana, Carmen, fue a recogerla al terminar el retiro. Vio la casa, notó el ambiente de cordialidad que allí reinaba y quedó prendada de algo impalpable que no acertaba a definir. A los pocos días consiguió una entrevista con el Padre, el 6 de abril de 1945. No fue preciso agotar la conversación. Carmen estaba decidida. He aquí su testimonio sobre el caso:
«Mi hermana, que había ido antes que yo por aquella casa para ayudar y en Jorge Manrique había conocido al Padre, después de pasar los años, muchas veces ha comentado con la familia y con las amistades algo que está muy claro: el respeto del Padre a la libertad de todos. El Padre, en aquellos años, le había dicho: Lolita, éstas quieren "pescarte", pero tú no te dejes. Y Lolita añade que, efectivamente, quiere y siempre ha querido mucho a la Obra, al Padre, a todas las personas de la Obra que ha conocido, pero que nunca ha sentido el menor síntoma de vocación a la Obra, aunque colaboró entonces en las labores apostólicas del Opus Dei con cariño y entusiasmo».
Por el contrario, desde el primer momento en que el Padre conoció a Carmen, le dijo que reunía todas las condiciones para emprender el camino del Opus Dei.
Era corriente en el Fundador administrar a un desconocido el consejo oportuno, aun sin previo conocimiento de su situación. Y leía en los corazones de sus hijos. Encarnita refiere con sencillez uno de estos casos, sucedido en 1943, cuando —estando en la Administración de La Moncloa— se le hacía difícil el trabajo.
«El Padre vino de visita con un Sr. Obispo y entró en la cocina, donde yo trabajaba. Traté de estar muy delicada y sonriente y me quedé asombrada cuando el Padre me dijo en voz muy baja al pasar junto a mí:
— ¿Qué te pasa?
Y me dirigió una mirada que infundía aliento. Esas palabras fueron lo suficiente para recomenzar con grandes deseos de fidelidad».
VÁZQUEZ DE PRADA