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Un día se despide del Santísimo en Sta Isabel y dice: "Jesús, aquí está tu borrico... Tú verás qué haces con tu borrico". Y oye como respuesta: "Un borrico fue mi trono de gloria en Jerusalén". Con respecto a esta locución san Josemaría decía en una meditación (14-II-1964): "... esas intervenciones del Señor eran cosas que me conmovían, que me turbaban, que me llevaban -a pesar de mis cuatro cursos, quizá seis, de Sagrada Escritura con las mejores calificaciones- a ignorar en aquel momento todo lo que dice el Evangelio. ¡Ay, Dios mío, esto es del diablo! Y, en una ocasión, fui desde Santa Isabel a casa de mi madre para ver qué estaba escrito en el Evangelio. Y encontré todo exacto...".
INÉDITO