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2 noviembre 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1973. Una hija cuyos padres no querían que perteneciera al Opus Dei

Una hija cuyos padres no querían que perteneciera al Opus Dei

El 2 de noviembre de 1973, Escrivá recibe a los padres de una mujer de la Obra que vive en Villa Tevere y es miembro de la Asesoría Central. En el momento de los saludos, la madre comenta:
- ¡Vaya!, tenía mucho interés y mucha curiosidad por conocer a quien ha podido más que yo..., porque ¡mire que he luchado y me he opuesto a la vocación de mi hija! Pero, ¡nada!, usted ha sido más fuerte y entre los dos se han salido con la suya...
- Siento llevarte la contraria, pero quien ha sido más fuerte y quien ha podido más ha sido el Señor. Yo no. Si por mí fuese, o si tu hija estuviese aquí por mí, se podría ir cuando quisiera: ahora mismo. A mí, personalmente, no me hace ninguna falta ¡ninguna! Y yo no la he llamado. La ha llamado Dios. Eso es la vocación: una gracia del Señor, una elección divina. Y no es un sacrificio, para los padres, que Dios les pida sus hijos. Ni, para los que llama el Señor, es un sacrificio seguirle. Por el contrario, es un honor inmenso, un orgullo grande y santo, una muestra de predilección, un cariño particularísimo, que ha manifestado Dios en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad... Además, la culpa es tuya, es vuestra, porque habéis educado a esa hija cristianamente y, así, el Señor se ha encontrado el terreno preparado, abonado... Vuestra hija sabe, porque me lo ha oído decir cientos de veces, que os tiene que estar muy agradecida: entre otras cosas, porque os debe el noventa por ciento de su vocación.
Al día siguiente, después de un rato de trabajo con la Asesoría Central, Escrivá se dirige a la hija de esos señores:
- Mira, escribe una carta a tu madre y dile, de mi parte, que me perdone por haberle dicho las cosas de un modo tan tajante. Explicas que soy aragonés y me gusta hablar claro, sin rodeos y a la cara...
- ¡Pero, Padre, si quedaron encantados! Yo vi a mi madre contenta y hasta... orgullosa. Y mi padre salió de la entrevista tan removido por dentro que pidió hablar con un sacerdote. Y llevaba muchos años, muchos, sin confesar y sin comulgar.
El Opus Dei no saca a nadie de su sitio. Cada cual realiza una función acorde con sus aptitudes, con su preparación, con su disponibilidad, con sus circunstancias de edad, de salud, de cultura, de carácter, de idoneidad... Y no hay trabajos ni encargos de mayor o menor categoría. Los directores no lo son "a perpetuidad": durante un tiempo desarrollan esa tarea; y luego la dejan, para dedicarse a otras cosas. Saben que los cargos son cargas, y que en la Obra se toman con alegría, se desempeñan con alegría y se dejan con alegría. Más aún: a nadie se le felicita por haber recibido un nombramiento como director; ni jamás nadie se queja o piensa que ha caído en desgracia, cuando cesa en ese cometido. La clave es bien sencilla: en la Obra, los cargos son servicios. No son rangos honoríficos. No son gradas ascendentes de un escalafón. No son, en modo alguno, parcelas patrimoniales, reductos de poder, o canchas de maniobra para la arbitrariedad. Gobernar, mandar, dirigir...en el Opus Dei, es servir. Por ello mismo, nunca puede darse la aberrante figura del "director propietario". Gráfica y enérgicamente, advertirá sobre esto Escrivá: "el director propietario no existe: yo lo he matado por la espalda".
PILAR URBANO