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11 noviembre 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1968. La justicia social del Padre

La justicia social del Padre

En otoño de 1968, y para ganar tiempo, acepta la sugerencia de viajar a España en barco, en vez de hacerlo, como suele, por carretera. Va en coche desde Roma hasta Nápoles, con idea de embarcar en el Michel Ángelo, rumbo a Algeciras. Pero una huelga entre el personal de la tripulación, le obligará a demorarse en Nápoles un día, y otro, y otro... hasta una semana. No se impacienta. Al llegar a su destino, comenta con buen humor las incidencias del viaje y de la incierta espera. Le escuchan sus hijos Javier Cotelo, Pedro Zarandona y César Ortiz-Echague. El Padre explica:
- Me parecía absurdo, con todo lo que hay que tarbajar, estar una semana en Nápoles, perdiendo el tiempo... Pero ya tengo la experiencia de que, muchas veces en la vida, me han ocurrido cosas que en aquellos momentos no entendía y, al cabo de los años, el Señor me hacía ver que sí tenían sentido. Si Dios quiere, esto de Nápoles ya lo entenderé. Y si no, ¡ya me lo explicarán en el Cielo, si entre todos me ayudáis a llegar allá!
Nadie habla de la dichosa huelga, y menos aún de los motivos. Es Escrivá quien entra en el asunto:
- Por los datos que tengo, después de haber hablado con unos y otros, me parece que esos hombres tenían motivos para protestar: La compañía naviera, por ahorrar gastos, da el servicio con escasez de personal. De este modo, muchos marineros y camareros, jóvenes en su mayoría, sólo tienen un mes al año para estar con su familia... Y eso ¡ni es justo, ni es humano!
Más tarde sabrán que el Padre, por el ambiente de frivolidad del Michel Ángelo, apenas salió de su camarote durante la travesía. Sin embargo, estuvo atento al problema laboral y social de aquella gente. Y, además, como siempre, se puso de parte del menos fuerte, del peor tratado, del más indefenso.
No tiene que hacer cálculos ni equilibrios, para adoptar esa actitud: concibe la caridad como "un generoso desorbitarse de la justicia (...) cuando se hace justicia a secas, no os extrañeis si la gente se queda herida: ¡pide mucho más la dignidad del hombre, que es hijo de Dios!".
Es un sacerdote que no se mete en políticas, que no pleitea por cuestiones temporales opinables, que sólo habla de Dios y de lo que acerca los hombres a Dios. Sin embargo, algunos de sus textos podrían servir de falsilla para, al hilo de esos renglones, redactar enjundiosos programas de acción política, económica y social. Obsérvese, uno entre tantos, este párrafo:
"Hemos de sostener el derecho de todos los hombres a vivir, a poseer lo necesario para llevar una existencia digna, a trabajar y a descansar, a elegir estado, a formar un hogar, a traer hijos al mundo dentro del matrimonio y poder educarlos, a pasar serenamente el tiempo de la enfermedad o de la vejez, a acceder a la cultura, a asociarse con los demás ciudadanos para alcanzar fines lícitos, y, en primer término, a conocer y amar a Dios con plena libertad".
Se podría preguntar qué pálpito ideológico hay detrás de esas líneas: ¿un democristiano? ¿un liberal? ¿un socialdemócrata? ¿un populista? ¿un liberal-social? El mismo Escrivá da la respuesta: es el estricto deber de servir a la humanidad, que ningún cristiano de recto criterio puede eludir.
PILAR URBANO