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28 octubre 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1949. La labor apostólica en Italia

La labor apostólica en Italia

Por entonces, la Obra empieza a extenderse por Italia. En 1948, el Fundador había realizado un viaje a Milán y otro al Sur, pasando por Nápoles y llegando hasta Catania, en Sicilia.
En los primeros meses de 1949, sus hijos recorren las principales ciudades de Italia, con objeto de establecer los primeros contactos y poner los fundamentos de una labor apostólica estable: Bari, Génova, Turín, Milán, Bolonia, Pisa, Padua, Nápoles, Palermo, Catania... El terreno, preparado por la oración y el sacrificio, parece apto y empiezan a surgir algunas vocaciones.
A mediados de agosto, unos treinta jóvenes que han pedido recientemente la admisión en la Obra se reúnen, para recibir una formación intensiva durante unas semanas, en una villa situada en Castelgandolfo, dominando el lago Albano, muy cerca de donde veranea el Papa. La finca, muy abandonada, pertenece a la Santa Sede y Pío XII pronto la cederá en usufructo a la Obra.
El Padre les habla de oración, de trabajo, de humildad, de perseverancia, de la necesidad de imitar a Cristo, "obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz". Ello supone para todos un nuevo impulso que les ayudará a progresar en su vida interior y les animará a reanudar, con renovado vigor, su trabajo profesional y su labor apostólica.
El 28 de octubre, en Roma, se dirige de nuevo a algunos miembros italianos de la Obra, exhortándoles a ser sembradores de paz y de alegría, "quasi fluvium pacis" (Is. LXVI, 12): como un gran río de paz en una sociedad encenagada por el pecado. El Señor os quiere presentes -les dice- por todos los caminos de la tierra..., echando la semilla de la comprensión, de la disculpa, del perdón, de la convivencia, de la caridad, de la paz: "in hoc pulcherrimo caritatis bello". Esta "lucha pacífica" deberán librarla sus hijos en todos los países del mundo... sin descanso, en medio de las incomprensiones y de las críticas inevitables -pues siempre han estado presentes en el camino de los cristianos coherentes con su fe-, pero también con mucha alegría.
FRANÇOIS GONDRAND