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Agradece a la Virgen de la Merced su protección
En la mañana de este día, el Padre se acercará a la Basílica de Nuestra Señora de la Merced, Patrona de la ciudad. Cerca del paseo de Colón, junto a los caminos del mar y al abrigo del puerto, está enclavada la iglesia. Presidiendo el altar mayor, la talla de madera policromada que Pedro Moragas dibujó con sus gubias en el siglo XIV. Tiene la Virgen de la Merced los atributos que la acreditan como Señora de la ciudad de Barcelona. Pero al margen del cetro y la corona, atrae su figura especialmente por una alegre serenidad que se escapa a través de los ojos, por su afectuoso gesto que sugiere confianza.
De rodillas ante la imagen, el Padre pone, cada vez con mayor fe, su vida y esfuerzo a la entera disposición del Cielo. Y apoya en esta advocación, liberadora de cautivos y sembradora de esperanzas, la finalidad de su viaje.
Actualmente, en un oratorio dedicado a San Miguel, en la Sede Central del Opus Dei en Roma, hay una pintura que recuerda esta primera navegación del Padre. Está representada Nuestra Señora de la Merced y las palabras del Evangelio que comentara el Fundador en Barcelona: “Ecce nos reliquimus omnia”..., y las fechas 21 de junio y 21 de octubre de 1946. Esta última marca la visita a la Virgen, después del retorno, para agradecer su amor, su protección a la Obra de Dios.
Años más tarde, el Fundador del Opus Dei recordaba que, en 1946, decían en Roma que el cauce jurídico de la Obra rompía todos los moldes del Derecho Canónico. Y añadía:
«La Obra aparecía, al mundo y a la Iglesia, como una novedad. La solución jurídica que buscaba, como imposible. Pero, hijas e hijos míos, no podía esperar a que las cosas fueran posibles. Ustedes han llegado -dijo un alto personaje de la Curia Romana con un siglo de anticipación. Y, no obstante, había que tentar lo imposible. Me urgían millares de almas que se entregaban a Dios en su Obra, con esa plenitud de nuestra dedicación, para hacer apostolado en medio del mundo».
«Vine a Roma, con el alma puesta en mi Madre la Virgen Santísima y con una fe encendida en Dios Nuestro Señor, a quien confiadamente invocaba, diciéndole: “ecce nos reliquimus omnia, et secuti sumus te: quid ergo erit nobis”? (Mt XIX, 27). ¿Qué será de nosotros, Padre mío?: habíamos dejado todo: la honra -con tanta calumnia encima-, la vida entera, haciendo cada uno en su sitio lo que el Señor pedía. Dios nos escuchó, y escribió en estos años romanos, otra página maravillosa de la historia de la Obra».
ANA SASTRE