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Al llegar Año Nuevo 1948, felicitó el Padre a quienes serían los tres primeros miembros supernumerarios del Opus Dei, con el vivo presentimiento de que estaba a punto de abrirse en flor la obra de San Gabriel, es decir, el apostolado con gente casada, tal como lo vio en 1928:
Roma, 1 de enero de 1948.
Para Tomás, Víctor y Mariano.
¡Que Jesús me guarde a esos hijos!
Mis queridos tres: Es imposible que ahora os escriba uno a uno: pero os envío la primera carta, que sale de mi pluma el año 48. Os encomiendo de veras. Sois el germen de miles y miles de hermanos vuestros, que vendrán más pronto de lo que esperamos.
¡Cuánto y qué bien se ha de trabajar por el Reinado de Jesucristo!
Experimentaba el Fundador una gozosa inquietud, que resonaba en su alma como el gorgoteo de un líquido al punto de escanciarlo. Toda su persona vibraba en espera de un acontecer inmediato, y esa vibración se transmitía a su pluma:
Sólo os anticipo —escribe a Madrid— que se abre, para la Obra, un panorama apostólico inmenso, tal como lo vi en 1928. ¡Qué alegría poder hacerlo todo en servicio de la Iglesia y de las almas!
Voy a aprovechar estos días de Roma —anunciaba por entonces a los del Consejo— para trabajar todo lo referente a Supernumerarios: ¡qué ancho y qué hondo es el cauce que se presenta!... Hace falta que seamos santos.
VÁZQUEZ DE PRADA