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6 septiembre 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1916. San Josemaría, adolescente

San Josemaría, adolescente
Ana Sastre, Tiempo de caminar
Josemaría es alumno del San Antonio. Allí empieza a ir todos los días por la tarde; en el camino, le alcanza y se le une Julián Gamarra, que viene desde la calle Carnicerías, contigua a la de Sagasta. Juntos, llegan hasta el colegio, en la calle del Marqués de Murrieta, aunque su entrada se abre a la contigua Avenida de Portugal. Se encuentran también con otros muchos: Francisco Lapeña, Gabino Gómez Arteche y Antonio Urarte Balmaseda... Cerca de la puerta de entrada hay un rincón que los chicos han bautizado con el nombre de «El Casino». En ese pequeño reducto charlan cada día unos minutos antes de que llegue, inexorable, la hora de entrar en las aulas. Josemaría es uno más, aunque destaca por sus notas y por su carácter serio, pero sonriente.
Los domingos se le puede ver por la carretera de Laguardia, que sirve de prolongación a la calle de Sagasta y al Puente de Hierro. Camina cerca de sus padres y de su hermana Carmen, mientras habla animadamente con los hijos de la familia Royo. Suele llevar un traje de color gris, pantalón corto y medias oscuras hasta la rodilla. Incluso acostumbra a calarse una boina pequeña al estilo de los hombres de la Rioja. Sus amigos dicen que tiene una simpatía contagiosa y que es muy comunicativo.
Pero también es un adolescente reflexivo y observador, que sufre hondamente por la situación de la familia; aunque, por temperamento, no cede ante las dificultades. Tal vez, si algo no entiende aún, es la paz con que don José ha aceptado las contradicciones. Tendrán que pasar algunos años para que sepa calibrar, en honda magnitud, toda la dignidad con que actuaron sus padres.
Porque su modo de ser, desde niño, se ha revelado fuerte. Cuando se irrita, su madre suele decir afectuosamente: «Josemaría, ¡pones una cara!... ».
Cursa sus estudios con facilidad. Le gusta ampliarlos leyendo a los clásicos; también dedica bastante tiempo a escribir. Sin embargo soporta mal el latín, aunque lo aprueba holgadamente. Piensa que esta lengua está bien para los curas y frailes, sólo para ellos. Si en este año de 1916 alguien hubiera dicho a Josemaría que acabaría siendo sacerdote, probablemente le habría contestado con una carcajada. Nunca ha pensado tal cosa. Ha recibido una profunda formación religiosa en su hogar, pero ni es clerical el ambiente en que se mueve, ni ha considerado jamás la posibilidad de conducir su vida por esos caminos.
Admira y ama, además, la unidad y devoción que se profesan sus padres.
ANA SASTRE