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Síntesis de su viaje a América en 1974
Entre el 22 de mayo, fecha de su llegada al Brasil, y el 31 de agosto, en la que abandonará Venezuela para regresar a Europa, el Padre va a reunirse con miles y miles de personas en seis de los países de América del Sur donde trabaja la Obra.
Muchas de las reuniones que celebra son auténticas tertulias de familia en las que mantiene un diálogo íntimo con grupos reducidos. A otras asisten multitud de personas, las cuales, sin embargo, se sentirán siempre directamente implicadas en la conversación con el Padre, que, como es sabido, posee el don de convertir el "público" en familia en cuanto abre la boca.
Son tantos los que quieren verle y escucharle que se hace necesario organizar varias reuniones al día y buscar grandes espacios, pues los Centros de la Obra no son suficientes. Se alquilan, pues, salas de reuniones más amplias, como el Palacio de Convenciones del Parque Anhembi en São Paulo o el Teatro Coliseo de Buenos Aires, con capacidad respectivamente para 4.000 y 5.000 personas. Pero es preciso repetir las reuniones para que todo el mundo pueda ver al Padre por lo menos una sola vez...
Se invita a los amigos y acuden familias enteras. Los más atrevidos logran hacerse con algunos micrófonos repartidos por la sala, para entablar con Mons. Escrivá uno de esos sorprendentes diálogos, en los que lo sincero de las preguntas y lo directo de las respuestas hacen olvidar las dimensiones del local.
En todas partes se reproducen esos singulares coloquios durante los cuales un joven habla de su posible vocación, un padre de familia de su preocupación por los hijos, un empresario o un obrero de su deseo de santificar su trabajo; el librero, la costurera, el periodista, la actriz, cuentan lo que hacen para cristianizar su ambiente profesional.
El Padre escucha atentamente y responde sin vacilar, como si hubiese adivinado, antes de que su interlocutor remate la pregunta, lo que más le preocupa en razón de su edad, de su situación familiar y de su puesto en la sociedad. Toda su personalidad le vuelca sobre él, pero el diálogo, a través de esa persona, se establece también con todos los presentes, como si el Padre se estuviese refiriendo a cada uno de ellos.
FRANÇOIS GONDRAND