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Reflexiones de don Álvaro
El encargado de redactar el diario de Jenner hasta este momento dejó el cuaderno en manos de otro ingeniero, Portillo. Este co¬menzó a escribir con cierto retraso, disculpándose por no haber hecho nada durante unos días, por descuido, de esta manera tan sencilla y profunda:
Una semana entera sin que se escriba nada en el diario. La cul¬pa es del nuevo cronista. Isidoro [Zorzano] marchó, con Pedro [Casciaro], para recoger los muebles que la familia de este ha dejado en Albacete. Y naturalmente, no podía, al mismo tiempo, tragar kilómetros rumbo a Levante y consignar con la meticulosi¬dad y detalle en él habituales los pormenores de la casa. Alguien debía sustituirle. Este alguien, sin embargo -mea culpa— no se acordó de vivir como debiera esa norma de conducta que tanto nos machaca el Padre: “Hoy, y no solo hoy, sino además, ahora”.
Así es absolutamente imposible que nada salga bien: solo se com¬prende que las cosas marchen en lo que a mí se refiere porque es mayor la bondad de Dios que lo que la inteligencia nuestra pue¬ da imaginar. Pero viene bien exclamar, con Santa Teresa: ¡Oh, Dios mío y Misericordia mía! ¿Qué haré para que no deshaga yo las grandezas que Vos hacéis conmigo? Es imprescindible que esta consecuencia lógica de la vida interior y del amor de Dios -hoy, ahora- se grabe bien en nuestras voluntades, hasta el fin de los siglos, en todos los que vengan.
ONÉSIMO DÍAZ