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21 agosto 2026

SAN JOSEMARÍA HOY: 1946. En el J.J. Sister

En el J.J. Sister

Acodados sobre las viejas barandas del "J.J. Sister", en la borda de babor, el sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer y el jovencísimo catedrático de Historia del Derecho, José Orlandis, respiran una bocanada de aire marino, a pleno pulmón. Se miran y sonríen. Cerca de ellos algún pasajero comenta "después de la tempestad, viene la calma". El tópico, esta vez, resulta cabalmente descriptivo. Han vivido veinte horas de tremenda zozobra, sacudido el pequeño vapor-correo por una violenta tramontana que soplaba desde el Golfo de Lyon. El "J.J. Sister", con fama de saltarín y bailador, mantuvo su pabellón contra el viento y contra la marea, aunque la vajilla y la cristalería del comedor se hicieran añicos, la olas barriesen la cubierta, los muebles de la cámara rodaran de un extremo a otro... Todo el pasaje y la tripulación, desde el capitán hasta el último marinero, sufrieron los estragos del mareo. En plena zarabanda del temporal, Josemaría Escrivá le ha comentado a José Orlandis, con buen humor:
- ¿Sabes lo que te digo? ¡Pues que si nos vamos al fondo y nos comen los peces... Perico Casciaro no vuelve a probar la pescadilla en toda su vida!
Y poco después, por estimular al joven numerario del Opus Dei, hijo de su espíritu, hace una alusión al motivo, importante motivo de ese azaroso viaje:
- ¡Hay que ver de qué manera el diablo ha metido el rabo en el Golfo de Lyon! ¡Está visto que no le hace ninguna gracia que lleguemos a Roma!
Son las cinco de la tarde de un cálido día de junio, sábado 22, de 1946. El sol cae a plomo, pero la brisa de altamar hace agradable estar sobre cubierta. El "J.J. Sister" viaja rumbo oeste-este, de Barcelona a Génova. De repente se agitan de nuevo las aguas. Hay unos momentos de inquietud y turbación entre el pasaje.
- ¿Qué pasa ahora...? ¡¿Otra vez la galerna?!
- No. Es una bandada de ballenatos...
Aún está el capitán mirando con los prismáticos, cuando divisa el bulto metálicamente amenazante de una enorme mina flotando cerca de la proa. Hace poco menos de un año que terminó la guerra mundial y no es raro encontrarse con este tipo de "recuerdos". El barco vira a estribor y la esquiva.
Parece que, al fin, todo se sosiega. Escrivá y Orlandis escampan la mirada hacia el horizonte. Bellas y lejanas se divisan las costas francesas. Surge la evocación, ensimismada y silenciosa.
PILAR URBANO